miércoles, 12 de febrero de 2014

La ley del aborto.





Cualquiera puede opinar, opinar es fácil, es gratis, pero si te toca vivir el tema directamente supongo que es cuando de verdad te enfrentas a su complejidad, lejos de dogmatismos o de visiones sectarias, lejos de planteamientos rígidos, de imposiciones.

Yo tengo mi opinión como cualquiera, una opinión un tanto simple, superficial, dogmática también, a la cual me acojo ante un tema tan complejo para salvaguardarme precisamente de su complejidad, para ponerme a buen recaudo de poder caer en la cuenta de que las cosas no son tan simples como uno quiere hacerlas parecer, simplificar el aborto, ése es el peligro más común, el mal más extendido, y tanto en una dirección como en otra, aunque me cueste decirlo por yo ser partidario sólo de una dirección.

Tampoco importa demasiado lo que uno piense, importa lo que piense la mayoría, hay que aceptarlo se quiera o no, y no me estoy refiriendo a la mayoría política sino a la social, hay temas que la política vuelve complejos y que en la mente de las personas son mucho más simples desde hace mucho tiempo.

Mi contacto con el tema aborto es muy débil, directamente sólo en dos ocasiones lo tuve frente a frente, la primera con 16 años, una compañera del colegio se quedó embarazada en el viaje de paso de ecuador de COU, nunca dijo de quién era, decidió feliz y convencida tener el hijo, y no le quedaba además otra alternativa salvo ir a Londres, y aún así hubiera sido imposible, era menor de edad y corría el año 1976.

La segunda vez me afectó más de cerca, tenía entonces apenas 30 años y mi novia de entonces me comunicó que creía estar embarazada, por la cabeza se te pasan muchas ideas cuando la paternidad es algo no buscado, seguramente no deseado en ese preciso momento.

Me pregunto qué hubiera pensado yo, que hubiera hecho yo en el lugar de mi compañera de colegio, me pregunto que hubiera pensado, deseado, hecho si la noticia de mi novia no hubiera acabado en una falsa alarma.

Tener un hijo no es cualquier cosa, implica asumir una serie de responsabilidades, prescindir de un tipo de vida y asumir otra.

La moral marca unas conductas ejemplares basadas en unos principios, pero el problema está en dónde ponemos el foco, para unos esos principios son diferentes que para otros, y luego está la libertad personal, la libertad de elección que puede también chocar con esos principios morales, cada uno tiene su propia ética, si bien ésta debe ser moderada por la moral de una sociedad refrendada en su ordenamiento jurídico.

La vida es un bien protegible, pero habrá que establecer a partir de qué momento se entiende que hay vida, lo científico junto con lo moral junto con lo jurídico.

Y luego subyace el tema religioso, la moral católica, inevitable en España, lógico, y el dogmatismo que de ella deriva, su intransigencia y lo que es más grave, que algunos políticos se convierten en sus adalides sin darse cuenta que no pueden imponer su moral al resto de la sociedad más plural, abierta, ecléctica.

Al menos ahora no es ningún estigma ser madre soltera, cuando yo era joven aún era algo que se escondía, vergonzante, un pecado.

Por ahí hemos ganado algo, por ahí y por el uso de medios anticonceptivos, cuando yo era joven no existían los preservativos, creo que con eso está dicho todo, y cuando tenía 30 años no todas las farmacias vendían preservativos, muchos farmacéuticos no los vendían por cuestión moral, y si los pedías en cualquier farmacia era un número, te miraba todo el mundo como si fueras el anticristo.

Podemos imaginar lo que era ser madre soltera en ese contexto tan represivo, en esa moral tan rígida, o por mejor decir, en esa doble moral tan rígida.

Parece que estamos un poco volviendo a planteamientos un tanto rígidos que recuerdan esas épocas ya felizmente pasadas, hoy en día los preservativos se venden en los supermercados y las mujeres solteras recurren a bancos de inseminación.

Hoy en día hemos alcanzado, no sin esfuerzo, un grado de libertad considerable aunque no total, claro, no debe ser total, porque del otro lado tenemos la vida del nasciturus, un bien protegible que no forma ya parte del derecho a decidir de la madre por muy madre que sea, porque ha concebido una vida independiente y esa vida merece ser protegida ante su indefensión por el ordenamiento jurídico, el Estado y los jueces.

Tema complejo donde los haya el del aborto, en el cual seguramente todos tenemos en corazón partido y comprendemos todas las posturas porque todas tienen su grado de legitimidad, y difícil equilibrio el de los legisladores además de tremenda responsabilidad y controversia moral de fondo.

He de reconocer que para llegar a escribir esto he tenido que luchar contra la fiera antiabortista que llevo dentro, contra mi dogmatismo y mis más arraigadas creencias religiosas.

El paseante

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