jueves, 29 de marzo de 2012

Fever night, fever nigth, fever...


Se llamaba Toni, Toni Manero, con ese nombre qué se puede esperar...
Reconozco que vi la película, es la única sombra en una trayectoria intelectual impecable como la mía, en mi descargo diré que fui con la pandilla, pero también he de decir que me moría de ganas de verla, no haber visto Fiebre del sábado noche era como reconocer que eras virgen, algo simplemente prohibido.
Ninguno éramos vírgenes y todos habíamos visto Fiebre del sábado noche...
Si aún no habías ido a verla y te preguntaban no podías confesarlo, simplemente tenías que contestar: "qué bonita la canción del puente, me encantó".
Y ya era suficiente, ésa era la prueba de fuego porque a todo el mundo lo único que le gustaba de toda la película era la canción del puente de los Bee Gees, otros horteras pero que cantaban muy bien, toda la música de la película es suya, como a la medida del movimiento de cadera de Travolta.
Travolta se pasa toda la película con una expresión entre de carnero a medio degollar y de salido, tan salido estaba que toda la película se la pasa marcando paquete, lo de la erección del miércoles a mí me viene desde aquella película porque la vi un miércoles de precio reducido, y me dejó marcado de por vida, todos los miércoles erección, sólo los miércoles y durante el resto de mi vida, eso espero, porque es el acuerdo al que llegué con Travolta.
Luego estaba Olivia Newton John, que se pasa toda la película mascando chicle la boca abierta y con unos leggins ajustadísimos, al final de tanto buscarlo se queda embarazada, y es que el que juega con fuego al final se quema, tremendo jugársela con el paquete de Travolta, aquello estaba que estallaba las 24 horas.
La película deplorable, la banda sonora hizo época, y yo quedé traumatizado, si el cine era aquello yo aborrecía el cine, salí de la sala como de un prostíbulo, marcado y avergonzado, no quería que nadie me viera saliendo de allí.
Menos mal que al poco tiempo fui a ver Julia de Zinnerman, una obra maestra, pero me quedé dormido, y es que el Travolta que todos llevamos dentro en la adolescencia empezaba a hacer de las suyas...
Un beso,

el paseante

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