Tengo una maleta parecida donde guardo todos los juguetes de mi infancia.
Se puede
decir que toda mi infancia cabe en una maleta, si la abro y veo los viejos
juguetes me reencuentro con el niño que fui y que aún soy, allí está el
aeroplano, la nave espacial, el tanque, el robot, la lancha motora, el coche de
carreras, los cochecitos miniatura, todo, aún no había proliferado el plástico
y todo es de hojalata, verdaderas reliquias, están impecablemente conservados,
yo era y soy aún muy cuidadoso, algunos han desaparecido, recuerdo un pequeño revólver
en hierro macizo que con una tira de pistones parecía que disparaba, ése ya no
está, y algún otro está estropeado como una ballena que nadaba y echaba agua.
La maleta
hace juego con el contenido, es una antigua maleta de mis padres de tamaño
mediano, negra, parecida a la de la foto, de esas que llevaba una cincha alrededor
con hebilla para que no se abriera, muy resistente, la maleta está como nueva
también.
Hay también
un pequeño coche rojo teledirigido, pero no por control remoto sino que desde
el mando llega un cable al coche y sólo tiene dos botones, uno para avanzar y
otro para retroceder, de hojalata también.
El coche de
carreras es de los de fricción, los que fueron niños entonces saben a qué me
refiero, lleva dentro un muñequito con casco que se parece a Fernando Alonso.
Creo
recordar que también hay una diana con sus dardos, algún yoyo de los de Fanta y
alguna peonza de madera de las que se compraban en las droguerías, dele al niño
una peonza, decían las madres.
Hay de todo
un poco, uno iba pidiendo y le regalaban por reyes principalmente, también en
el cumpleaños, son juguetes ya históricos más propios de estar en una vitrina,
fuera de la maleta tengo un barco de madera con sus velas en perfecto estado,
este es el único juguete que siempre ha estado a la vista por su volumen y por
ser muy decorativo.
Muchos otros
juguetes desaparecieron, como una gasolinera con sus cochecitos que me
regalaron siendo muy pequeño.
También
tenía los juegos reunidos, el mago electrónico y un juego de química, de
algunos pervive sólo parte, y un juego de construcción a base de imanes, los
imanes en mi infancia me fascinaban, me parecían pura magia, también las lupas,
conservo una, ositos o muñecos nunca tuve, en mi infancia la educación era muy
sexista de forma que a un chico no podía regalársele eso en ningún caso.
Todos mis
juguetes fueron mis primeros fetiches, en ellos empecé a desarrollar mi sentido
de la propiedad y la pertenencia, mi egoísmo se inició con ellos, y mi
idolatría por los objetos también, como era un niño muy solitario y no tuve
hermanos varones no los compartí con nadie y eso creo que hasta hoy ha
distorsionado bastante mi relación con las cosas, soy muy “cositero”, me apego
mucho a las cosas, establezco vínculos muy fuertes con ellas basados en mi
imaginación, me traen recuerdos y les otorgo un alma, parecen hablarme, pedirme
que las mantenga conmigo, las conserve, las proteja, y que no se pierdan en el maremágnum
sin alma que es el mundo.
Sufro
pensando donde irán todas mis cosas cuando muera, se perderán en el Rastro de
la vida sin dejar rastro, y me pongo triste porque con las cosas se van
perdiendo los recuerdos, con los recuerdos la vida, y con la vida el alma.
El paseante
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