viernes, 19 de octubre de 2018

Hogar, dulce hogar.




Nada como la casa de uno, y si es tan bonita como la de la foto mejor, pero aunque no lo sea, da igual, el verdadero confort y comodidad lo encuentras en tu propia casa, y si encima es tan botina como la de la foto pues un placer estético añadido que reconforta los sentidos después de tanta fealdad como hay por el mundo.
De ahí que todo lo relacionado con la decoración haya proliferado tanto, tiendas, revistas, expertos, muebles, complementos, todo ello muy variado, con diferentes estilos, inagotablemente consumista, como todo lo que sea moda, la decoración es también moda, moda que caduca, antes se tenían muebles para toda la vida, muebles buenos, ahora periódicamente se renuevan las viviendas y se manda todo al contenedor, lo sé por experiencia, he rescatado de la basura verdaderas joyas de anticuario que seguramente habían sido sustituidos por muebles de Ikea o similares, con todos mis respetos a Ikea porque soy su admirador, tengo muebles de Ikea y me parecen de un diseño y un buen gusto extraordinario, es más, creo que el gran paso de gigante en la difusión del buen gusto en decoración se debe a Ikea, verdadero emblema de la modernidad.
Es cierto que lo antiguo es un lastre, que hay que evolucionar, cambiar, renovarse, en todo, que las tendencias cambian y que es divertido el traer nuevos objetos a tu vida, parece que rejuveneces, que evolucionas, que mejoras, que dejas atrás todo lo que ya no te sirve y con ello parece que refundas tu vida y partes de cero, pura psicología, de ahí lo de redecora tu vida, tan acertado.
Tu hogar es como una concha o un caparazón, eres como un caracol, en él habitas, es tu santuario, tu torre de marfil, tu refugio, tu guarida, el reducto último donde ponerte a resguardo de las inclemencias de la vida y recargarte centrándote en ti para volver a afrontar la vida con energías renovadas.

El paseante



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