Recuerdo mi
primer contacto con Barcelona, era aún un niño, la visité un verano con mis
padres, recuerdo que estaba constipado y tenía mucha fiebre, pese al calor
aparezco en las fotos en el Tibidabo con un jersey de lana blanco que aún
recuerdo, la fiebre interpuso entre la ciudad y yo un filtro a mi percepción
tal vez distorsionándola, seguramente para bien y para mal, la fiebre hacía que
me fijase con más ahínco en todo porque en ese sentimiento de desfallecimiento
y falta de fuerzas me decía a mí mismo que debía aprovechar la ocasión,
recuerdo un calor húmedo que para los de Madrid resultaba muy axfisiante, una
luz cegadora, una arquitectura diferente y todo como muy ordenado y limpio, y
el mar, Barcelona tenía mar, y playa, qué lujo pensé, y nos fuimos a bañar a la
Barceloneta que entonces era una playa cutre y sucia pero que era mar, también
vimos a copito de nieve el gorila blanco del zoo de Barcelona único en el
mundo, aún conservo una postal con su imagen que compré allí mismo, en el zoo,
y subimos en una especie de cesta en lo alto del Tibidabo desde la cual se
divisaba en redondo toda la ciudad y el mar, mucho calor y solazo, pero de una
gran belleza, también comimos en la cafetería de El Corte Inglés de la Plaza de
Cataluña, buenísimo el buffet, tenía hasta cigalas, lo recuerdo, el catarro me
abría el apetito, y paseamos por las Ramblas, vimos el Liceo y el monumento a
Colón, en las fotos aparezco siempre desmadejado, como soñoliento, con el
jersey blanco de lana en plena canícula veraniega. Un muñeco de trapo. También montamos
en las Golondrinas, se me olvidaba.
Mi siguiente
visita a Barcelona fue breve, como punto de partida de un viaje organizado
barato por centro Europa, nos alojaron en un apartotel algo cutre, como venido
a menos, en lo alto de la ciudad, una zona muy arbolada y tranquila, como
viajaba single me dieron un apartamento para mí
solo que tenía hasta una pequeña cocina, todo sucio y viejo, en cuanto llegué cogí el metro y me fui a dar una
vuelta por las Ramblas.
Otra visita
breve fue una escapada que hice desde Madrid para ver la exposición de
Mappelthorpe en la Fundación Miró, pura modernidad, me fascinó la exposición,
magnífico el artístico catálogo que conservo, por supuesto, y el edificio de la
Fundación, su ubicación y las vistas de Barcelona desde lo alto, también las
pinturas de Miró, tan pegado a la estética de Barcelona.
Después al
cabo de los años he ido en alguna ocasión por motivos de trabajo, al Congreso
de Calidad de Barcelona, en ocasiones al Palacio de Congresos y en otras a las
salas de conferencias que hay en el puerto, resultaba espectacular cuando se
descorrían las cortinas detrás de los ponentes y aparecía tras la cristalera un
gran transatlántico, una imagen totalmente fellinesca.
En una ocasión
estaba realizando mi speech en el estrado y el auditorio se quedó con la boca
abierta y dijo ohhhhh!, yo me callé asustado preguntándome qué había dicho,
pero al momento miré hacia atrás y vi que un transatlántico acababa de atracar
a mi espalda pegado a la cristalera, me tranquilicé.
Iba como
ponente y me pagaban todo, un lujo, hice buenos amigos entre mis colegas, las
profesiones, al contrario de la política, unen más que separan.
Con
frecuencia comí en un restaurante del puerto de pescados y mariscos, y arroces,
buen apetito, no recuerdo el nombre, excelente, y pasear por las pasarelas de
madera del puerto a cualquier hora era siempre una delicia.
Siempre
elegía el hotel Cristal, muy agradable, en las Ramblas, más arriba de la plaza
de Cataluña.
En estas
escapadas profesionales conocí algo mejor la ciudad, su gastronomía, el barrio
gótico, la catedral, parque Güell…, un pequeño café modernista en las Ramblas
donde desayunaba.
Me gusta
Barcelona, frente a Madrid es una ciudad mucho más abarcable, habitable,
artística, más a medida del hombre, y el mar le da un toque único, una
perspectiva, te relaja y pone en contacto con la naturaleza, en cuanto a los
catalanes hay que tener en cuenta que ellos han construido aquello y el resto
de su territorio que es igualmente interesante y sugerente, rico, al margen de
los políticos y las reivindicaciones, apena ver esa bonancible prosperidad
venida abajo y uno siente nostalgia de esa neutralidad tan pacífica que respiró
allí.
El paseante
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