jueves, 13 de marzo de 2014

La verdadera historia de Cony y Brown (8). El reencuentro entre Cony y Brown.





El reencuentro entre Cony y Brown fue una verdadera catarsis, Brown, a la vista del pertinaz alejamiento de Cony, de la falta de respuesta, decidió presentarse a verla en su pueblo, un pequeño villorrio a las afueras de Vancouver, cuando Cony le vio se quedó aterrada, su rostro reflejaba pánico, terror, remordimientos, toda la falsedad y la mezquindad habían anidado en ese rostro aún amado no obstante por Brown, parecía el anticristo, aquello no era una cara, era un via crucis, dieron un paseo alrededor del hotel en el que Cony trabajaba de camarera, cuando el gran jefe se la quitó de encima de la sede central de la empresa la confinó allí en castigo, Cony vegetaba alejada para siempre del centro de poder de la empresa, ella que era tan ambiciosa se quemaba en la desesperación de ver pasar los años, los días, los meses, de ver pasar el tiempo entre esas paredes del hotel en el que trabajaba en tareas rutinarias y serviles, esclavizada por sus jefes y por los clientes, Brown la miró y sintió un reflejo de la antigua pasión en su interior, pese a su aspecto tan ajado seguía manteniendo intacto el atractivo, la seducción, el sex appeal, que siempre había tenido para Brown, es más, aquel nuevo aspecto excitaba aún más si cabe el deseo de Brown, como si de una nueva variedad del morbo se tratara.

Dieron un paseo alrededor del hotel por los jardines, Brown pensaba haberse quedado a solas con ella en algún lugar solitario, pero no fue posible, Cony insistió en quedarse en una zona bastante concurrida con el pretexto de que no podía ausentarse por mucho tiempo del trabajo. Llevaba puesto el uniforme de camarera, Brown se imaginó que debajo del uniforme estaba el delicioso cuerpo de ella desnudo, su piel, su sexo, miró sus labios entornados, sus seductores ojos, su piel de seda con ese tono rosado tan excitante, y súbitamente rememoró sus encuentros, aquel uniforme de trabajo le recordaba a otro, el uniforme de enfermera que Cony se ponía para él cuando hacían el amor en su despacho, así decían que jugaban a los médicos.

Cony sintió miedo ante Brown, temió que la agrediera de alguna manera, fruto de su mala conciencia estaba asustada, y Brown lo notó, Cony estaba en lo cierto aunque se quedaba corta en sus apreciaciones, Brown bajo su apariencia tranquila, sus educadas maneras, su simpatía, había ido en realidad a matarla, en el bolsillo derecho de su pantalón llevaba un cuchillo para abalanzarse sobre ella y darle un súbito golpe definitivo y mortal, pero no pudo hacerlo, había demasiada gente, algunas personas además se pararon a saludar a Cony durante su paseo, Brown consideró muy poco prudente el hacerlo en ese momento, sus planes se vinieron abajo, pero hubo un momento en el que la rabia le pudo y metió la mano en el bolsillo del pantalón para sacar el cuchillo y clavarle la daga, le daba igual todo, le daba igual acabar preso, le daba igual el escándalo, le daba igual su conciencia, hubo un momento en el que por un instante la mirada y la mente se le nublaron, Cony notó que se quedaba frente a ella inmóvil con una mirada muy rara, como ausente y sintió terror, pero en el último momento, sintiendo ya el frío metal del cuchillo en su mano dentro del pantalón, la miró y se dio cuenta de que aún la amaba, de que la amaba tanto que no podía matarla, era incapaz, prefería matarse a sí mismo antes que a ella, era tanto su amor…

Y en ese justo momento en lugar de clavarla el puñal en el cuello como había pensado, se abalanzó sobre ella y la besó, y ella le devolvió el beso con pasión…


(continuará)


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