lunes, 24 de marzo de 2014

Adolfo Suárez en el recuerdo por el paseante solitario.




Hace poco leí una frase que parece profética, el héroe se juega en el subconsciente, de ahí su fuerza y su fragilidad, me encantó, es muy cierta, creo que muy aplicable a Adolfo Suárez, un héroe al fin, fuerte y frágil a la vez, tal y como se demostró, al héroe lo elevan las masas, al héroe lo hacen caer las masas, y así sucedió, tal cual, primero fue encumbrado, luego fue derribado, pero no realmente por ningún poder fáctico sino por el pueblo que dejó de ver en él lo que en un momento dado representó, y al cual se enganchó como su salvador.

La democracia ya estaba madura, había pasado sus pruebas de fuego y ya no había vuelta atrás, el pueblo sabio lo supo ver así, y ya no necesitaba de aquel héroe que le llevó contra viento y marea a la democracia, eligió en su lugar a Felipe González, dando el golpe final a los involucionistas, otorgó su confianza a la izquierda, exorcizando definitivamente todos los demonios acumulados durante 40 años de dictadura.

Por lo que cuentan parece que Suárez sacaba de cada persona lo mejor, y en ese terreno que él abría llegaba al acuerdo, al consenso, evitaba la confrontación, la imposición, de ahí que lograra consumar la transición aún con todo en contra, al final él y su partido fueron los sacrificados, los ciudadanos pisaron el acelerador, dieron una lección de lo que querían y 10.000.000 de votos al Psoe, creo que más como una lección de normalidad democrática, más de una manera simbólica de confianza en ellos mismos, en la ciudadanía, que de creencia ideológica profunda en el socialismo.

Son ideas. Ahora haría falta otro Suárez que desatascara la democracia y la ayudara a dar un paso adelante, buscando el entendimiento, el consenso, y salvaguardando su esencia que no es otra sino la participación y la representación popular.

Suárez es además un héroe porque se retiró, o le retiró la enfermedad, de la política, de la escena pública, nos ahorró el espectáculo de los otros expresidentes y sus opiniones estrambóticas, la indignidad de pretender seguir siendo algo que ya no se es y de evitar a toda costa el olvido.

Resulta curioso, como de tragedia griega, que el héroe olvide sus hazañas, tal vez su espíritu no resistió tanta traición, tanta indiferencia, tanto desagradecimiento, después de tanto esfuerzo, generosidad y buenos resultados, después de tantas hazañas.

Afortunadamente el mundo da muchas vueltas y visto en perspectiva es ahora cuando se hace justicia histórica y se cae en la cuenta de la fragilidad del héroe pero también de su verdadero significado, el haber sido catalizador y conseguidor de nuestras más difíciles ambiciones.


El paseante solitario

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