viernes, 20 de marzo de 2015

Carballo se quedó dormido (Un asesino en las calles 119).




119 – Carballo se quedó dormido.

El comisario Carballo cayó presa de un profundo sueño abrazado a sus mascotas, sus planes de salir de noche a buscar al moños en los garitos gays naufragaron pronto, pese a haberse preparado concienzudamente, haberse ajustado los vaqueros marcando paquete, haberse puesto las botas con hebillas, haberse rapado el pelo al cero y haberse puesto la chupa de cuero sobre una camiseta que ponía fuck you, pese a todo de nada le sirvió porque se acicaló demasiado pronto y no podía irse de garitos a las 10 de la noche, tocaba esperar un poco para lo cual se recostó en la cama de Ikea que Bruttini le había comprado, por cierto, ni rastro de Bruttini esa noche, vía libre, estaría actuando en el Divas Club durante toda la noche, estrenaba una coreografía especial en la cual daba una serie de pasos de ballet en tanga y tacones con un enorme marabú rosa abrazándole el cuerpo desnudo al ritmo de los melodiosos acordes de El concierto de Aranjuez, la mundialmente conocida obra del maestro Rodrigo que era su música favorita, por ello en algunos círculos íntimos era conocido con el apodo de Rodri en lugar de por su verdadero nombre.
Carballo se despertó cuando el sol estaba ya alto disfrazado de esa guisa tumbado en la cama de Ikea dándole el intenso sol en los ojos, nada sospechó Bruttini cuando llegó a altas horas de la madrugada y se acostó en el sofá, en cuanto se incorporó Carballo de la cama se quitó el disfraz y escondió la ropa, tendría que explicarle al chico lo de la cabeza rapada, desde la habitación se oían perfectamente resonar los resoplidos furiosos de Bruttini que roncaba plácidamente dormido en el sofá como una marmota con el gatito Cachemir agarrado sobre su pecho.
Carballo se aseó, tomó una ducha, se atusó la barba, desayunó, Bruttini seguía impertérrito con su melodía roncadora que no era tan armoniosa precisamente como su adorado y querido Concierto de Aranjuez, Carballo decidió aprovechar la soleada mañana de sábado de marzo e irse a dar una vuelta con sus perritos por el centro de Madrid que bullía de actividad, y mientras contemplaba la agitada belleza de su ciudad se puso a pensar que estaba hasta las narices del moños y que antes de tener que hacer el ridículo en el mundillo gay y disfrazarse con semejante ridícula indumentaria, prefería, sin dudarlo, que el moños le pegara un tiro, así de radical era Carballo en ocasiones por extraña que parezca una actitud semejante en un comisario de policía, y entonces susurró entre dientes para su adentros con un gesto de violenta rabia contenida: atrévete a matarme si tienes cojones, anda, atrévete, maricón de mierda, y apretó con fuerza la magnum del 57 que llevaba siempre consigo en el bolsillo derecho de la americana.
Por mi parte, y como narrador de esta historia, pido comprensión para el comisario Carballo por tan inconvenientes palabras que no son fruto sino de la tensión acumulada en los últimos días, pues ésa y no otra era la causa que le hacía ser tan políticamente incorrecto, pese a sus férreos principios morales y elevados valores personales.
El día estaba radiante y la cabeza rapada de Carballo brillaba al sol como una reluciente bola de billar de gran tamaño por encima de la multitud, parecía estar ofreciéndose a que el moños hiciera puntería con ella, un blanco fácil…, eso era ahora Carballo, nada más que un blanco fácil…, los dos perritos trotaban alegres a su lado, inconscientes del peligro y mirándole con admiración, orgullo y cariño cada vez que él les decía algo con una sonrisa de placentera dicha en sus labios.
 
(continuará)

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