119 – Carballo se
quedó dormido.
El comisario Carballo cayó presa de un profundo sueño
abrazado a sus mascotas, sus planes de salir de noche a buscar al moños en los
garitos gays naufragaron pronto, pese a haberse preparado concienzudamente,
haberse ajustado los vaqueros marcando paquete, haberse puesto las botas con
hebillas, haberse rapado el pelo al cero y haberse puesto la chupa de cuero
sobre una camiseta que ponía fuck you, pese a todo de nada le sirvió porque se
acicaló demasiado pronto y no podía irse de garitos a las 10 de la noche,
tocaba esperar un poco para lo cual se recostó en la cama de Ikea que Bruttini
le había comprado, por cierto, ni rastro de Bruttini esa noche, vía libre,
estaría actuando en el Divas Club durante toda la noche, estrenaba una
coreografía especial en la cual daba una serie de pasos de ballet en tanga y
tacones con un enorme marabú rosa abrazándole el cuerpo desnudo al ritmo de los
melodiosos acordes de El concierto de Aranjuez, la mundialmente conocida obra
del maestro Rodrigo que era su música favorita, por ello en algunos círculos
íntimos era conocido con el apodo de Rodri en lugar de por su verdadero nombre.
Carballo se despertó cuando el sol estaba ya alto disfrazado
de esa guisa tumbado en la cama de Ikea dándole el intenso sol en los ojos,
nada sospechó Bruttini cuando llegó a altas horas de la madrugada y se acostó
en el sofá, en cuanto se incorporó Carballo de la cama se quitó el disfraz y
escondió la ropa, tendría que explicarle al chico lo de la cabeza rapada, desde
la habitación se oían perfectamente resonar los resoplidos furiosos de Bruttini
que roncaba plácidamente dormido en el sofá como una marmota con el gatito
Cachemir agarrado sobre su pecho.
Carballo se aseó, tomó una ducha, se atusó la barba,
desayunó, Bruttini seguía impertérrito con su melodía roncadora que no era tan
armoniosa precisamente como su adorado y querido Concierto de Aranjuez,
Carballo decidió aprovechar la soleada mañana de sábado de marzo e irse a dar
una vuelta con sus perritos por el centro de Madrid que bullía de actividad, y
mientras contemplaba la agitada belleza de su ciudad se puso a pensar que
estaba hasta las narices del moños y que antes de tener que hacer el ridículo
en el mundillo gay y disfrazarse con semejante ridícula indumentaria, prefería,
sin dudarlo, que el moños le pegara un tiro, así de radical era Carballo en ocasiones
por extraña que parezca una actitud semejante en un comisario de policía, y
entonces susurró entre dientes para su adentros con un gesto de violenta rabia
contenida: atrévete a matarme si tienes cojones, anda, atrévete, maricón de
mierda, y apretó con fuerza la magnum del 57 que llevaba siempre consigo en el
bolsillo derecho de la americana.
Por mi parte, y como narrador de esta historia, pido
comprensión para el comisario Carballo por tan inconvenientes palabras que no
son fruto sino de la tensión acumulada en los últimos días, pues ésa y no otra
era la causa que le hacía ser tan políticamente incorrecto, pese a sus férreos
principios morales y elevados valores personales.
El día estaba radiante y la cabeza rapada de Carballo
brillaba al sol como una reluciente bola de billar de gran tamaño por encima de
la multitud, parecía estar ofreciéndose a que el moños hiciera puntería con
ella, un blanco fácil…, eso era ahora Carballo, nada más que un blanco fácil…,
los dos perritos trotaban alegres a su lado, inconscientes del peligro y
mirándole con admiración, orgullo y cariño cada vez que él les decía algo con
una sonrisa de placentera dicha en sus labios.
(continuará)
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