114 – Carballo
abrió la puerta.
Carballo abrió la puerta de golpe mientras apuntaba al
frente con el dedo en el gatillo de la pistola, tan nervioso estaba que le
temblaba la mano y el dedo se le escurría del gatillo, parecía no tener
fuerzas, las piernas apenas le sostenían en pie por el miedo, y la mente la
tenía obnubilada, al abrir de golpe apenas pudo reaccionar, esperaba al moños y
quedó petrificado al ver a su anciana vecina con la peluca ladeada puesta sobre
la cabeza como si fuera un gorro, sólo pudo fijarse en la peluca pero la
inercia era tan grande que el arma se disparó sin ser consciente siquiera de
haber apretado el gatillo, el disparo resonó como un cañonazo en el silencio
del valle, Carballo pensó: he matado a mi vecina.
Cerró los ojos de terror y cuando al instante los abrió vio
a la vecina que seguía de pie sonriéndole con aire maternal con un azucarero en
la mano pidiéndole un poco de azúcar, la peluca había salido volando y estaba
caída como una rata muerta sobre el blanco inmaculado de la nieve y la anciana
lucía una cabeza completamente pelada como si fuera el mismísimo Kojac, la
pobre era totalmente sorda y apenas veía, ni se había enterado del disparo que
afortunadamente había dado en la peluca que salió volando, Carballo le dio el azúcar,
cogió la peluca de la nieve y se la colocó de nuevo en la cabeza, la anciana le dio las gracias y
volvió caminando torpemente sobre la nieve a su casa.
Bruttini había escuchado todo desde arriba y respiró
aliviado cuando se asomó a lo alto de la escalera y comprobó que todo había
quedado en un mal susto, subió al piano de nuevo y se puso a tocar otra de las
canciones favoritas de Carballo para intentar relajar el ambiente, “As time
goes bye”, el tiempo pasará, naranaranará…
Los dos perritos y el gatito no habían prestado atención a
nada, es curioso, pensó Carballo, al volver a verlos tranquilos recostados
junto a la chimenea, ellos no habían
presentido ningún peligro como así había sucedido en realidad.
(continuará)
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