53 – La tristeza
de Bruttini
El gatito un buen día desapareció, Bruttini se fue a
trabajar y como la mañana se presentaba calurosa dejó las ventanas de la
buhardilla abiertas, no pensó que el gatito pudiera encaramarse tan alto y
marcharse por los tejados, pero eso debió suceder porque al regresar Bruttini
del trabajo el gatito había desaparecido, Bruttini buscó y rebuscó por todos
los rincones de la buhardilla y nada, y esperó y desesperó y nada, estaba
triste y abatido, necesitaba tanto el cariño del gatito que cada vez que en la
soledad de la buhardilla pensaba en él se echaba a llorar desconsoladamente, a
su madre no la dijo nada, no quería disgustarla pero su madre notó a través del
teléfono en su tono de voz su tristeza aunque Bruttini hacía por disimularlo,
Bruttini se veía triste y abatido, dejó de actuar en el Diva’s Club y en el
trabajo apenas tenía ánimo para hacer nada, la vida para él dejó de tener
sentido, no entendía esa repentina crueldad que el destino había tenido para
con él de privarle del pequeño gatito, tan cariñoso, tan gracioso, tan
travieso, era como un muñeco de peluche, tan suave, tan amoroso…
Pasaron días y días que a Bruttini parecieron siglos,
Bruttini mantuvo todo el tiempo, de noche y de día, las ventanas abiertas a ver
si Cachemir regresaba pero todo fue inútil, al fin no tuvo más remedio que
comentárselo a su madre y ésta se disgustó profundamente no sólo por el pobre
gatito sino por la tristeza tan profunda y el desconsuelo tan irreparable que
padecía su amado hijo.
Una mañana al despertarse Bruttini notó un peso en el pecho,
apenas podía moverse, sentía una gran opresión, un agobio, pensó que la muerte
le rondaba debido a tanto desconsuelo, que estaba siendo víctima de un infarto
o de una angina de pecho, hasta pensó a medio despertar aún que ya se había
muerto. Y lloró amargamente aún dormido, y recordó a su tierno gatito, la
opresión era cada vez mayor, sentía punzadas de dolor que le traspasaban el
pecho…
(continuará)
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