lunes, 30 de abril de 2012

La verdadera elegancia (2).




La elegancia, la verdadera elegancia, me pregunto si soy elegante, si se me puede considerar elegante, si soy realmente una persona elegante, y me respondo que la elegancia no es sólo una cuestión estética sino también ética, principalmente ética, no he conocido nunca a nadie elegante estéticamente que no lo fuera también desde un punto de vista ético, retenemos en nuestra memoria a aquellas personas cuyo ejemplo nos marcó por una cierta elegancia personal del ser y del estar, es decir, lo que las constituye y cómo lo transmiten al exterior, todo parte, no nos engañemos, desde dentro.
Quizás debamos concluir que en definitiva la elegancia no es sino la sencillez, la simplicidad, entendido esto como la ausencia de abalorios, la ausencia de adornos, la ausencia de superficialidad, la naturalidad en el ser da una naturalidad de la apariencia, el ser verdadero, el no fingimiento, la ausencia de doblez, la claridad, la franqueza, el mostrarse tal cual uno es cuando lo que uno es tiene un valor y así lo considera uno mismo, es también la elegancia, por tanto, algo relacionado con la autoestima.
No pretender ser lo que no se es y mostrarnos a los demás a través de nuestra imagen tal y como somos, seguramente sea la clave de la elegancia, siempre y cuando se lleve la elegancia en el alma.
Es pues la elegancia una categoría que transciende la apariencia, la forma, y se traslada a la esencia del ser de la cual sale su imagen, y en la cual en embrión reside lo consustancial de la persona, lo que la hace única e insustituible.
Estar seguro de uno es elegante es algo igualmente fundamental a la hora de ser reconocido como elegante.
¿Estoy seguro de ser elegante?
Creo que sí.


el paseante

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