jueves, 19 de abril de 2012

La verdadera elegancia.


La elegancia, la verdadera elegancia, a veces me pregunto qué es, y no puedo sino concluir que es algo innato a la persona, algo imposible de adquirir, algo consustancial con uno mismo que se tiene o no se tiene.
Pero yendo más allá hay que preguntarse en qué consiste la elegancia, la verdadera elegancia, a qué causas obedece y cuáles son los factores determinantes para que se dé.
También cabe preguntarse si al no ser algo adquirido sino innato igualmente no se pierde nunca, o si por el contrario hay que mantenerla si se quiere conservar.
Intentaré contestar a todas estas preguntas en base a mi conocimiento y experiencia.
En la foto se me ve a mí, a el paseante...
Me pregunto si soy elegante.
¿Qué pensáis vosotros?
Yo lo tengo claro, no hay más que verme, es evidente...
Soy elegante.
La elegancia es principalmente la percha, es decir, la estructura ósea, el esqueleto, si no se tiene estatura suficiente y una armonía de proporciones difícilmente se podrá nunca ser elegante porque la elegancia es una cuestión de perspectiva, y la perspectiva sólo se gana con la dimensión.
Dimensión a lo largo que no a lo ancho, si se es obeso es muy difícil al igual poder llegar a ser elegante, la delgadez acentúa la elegancia.
Distinción y elegancia van íntimamente unidas y creo que es algo que se hereda de padres a hijos aunque a veces la genética sorprende.
Y no creo que se pueda perder nunca, salvo transformaciones radicales de la persona que tienen su origen en el interior, en el espíritu.
El factor clave final de la elegancia no es sólo el porte sino el carácter y su reflejo, las maneras.
Sin buenas maneras, sin good manners que dirían los ingleses tampoco se puede llegar a ser totalmente elegante.
Y por último está el arreglo personal, el gusto en el vestir, propio e intransferible, adaptado a nuestra personalidad, que nos da carácter y potencia nuestra esencia como individuo único, nuestra idiosincrasia.
Pero ahí no acaba todo, quedan los complementos, esos pequeños detalles que pueden estropear o rematar brillantemente el conjunto, las gafas, el reloj, el perfume, los pañuelos, las corbatas, foulards, bufandas, cinturones, carteras...
Todo da en conjunto una imagen de la persona que es su tarjeta de visita, su presentación ante los demás, su credencial única e insustituible, aquello por lo que somos reconocidos, nuestra carta de naturaleza inconfundible.
Y al final siempre la frase de Coco Chanel esperando el veredicto final de nuestra apariencia:
"Viste mal y verán el vestido, viste bien y verán a la persona".
La vestimenta es la transparencia a través de la cual se logra ver verdaderamente a la persona.
Y que no es sino el camino hacia ella, pues en la verdadera elegancia el vestido desaparece inmediatamente después de fijarnos en él para dejar el paso libre a la persona.
La elegancia al final lo que hace no es sino desnudarnos espiritualmente ante los demás mostrando nuestra verdadera esencia.

el paseante

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