martes, 3 de abril de 2012

He cambiado la colcha de la cama.


La que tenía antes era verde, ¿os acordáis?, de un verde muy bonito por cierto, muy original, como de Rousseau el aduanero.
Con la llegada del buen tiempo he puesto esta colcha de algodón color crudo y con flecos, muy agradable a la vista y al tacto, es algodón indio, de gran calidad, y lleva unas rayas bordadas en sentido transversal que la dan cuerpo y una textura muy agradable, en las noches de primavera abriga lo justo, no pasas ni calor ni frío, y además te transporta a las mil y una noches, tiene algo mágico la colcha, es cubrirme con ella y me pongo a soñar con países exóticos, historias fantásticas, hazañas gloriosas de las cuales yo soy el protagonista.
Es una colcha que si la descubriera Spielberg me la quitaría, la mejor fuente de inspiración, es dormirme y como si me subiera en una alfombra mágica y recorriera todo el mundo volando y viera todas las gentes, los países, continentes, todas las historias, todas las criaturas, y a veces es como si viera a Dios también de lo alto que vuela, y a veces sin más es Dios quién me dice a la noche: descansa, y me cubre suavemente, dulcemente, como una madre protectora, con la colcha, y me acaricia la cara y me da un beso de buenas noches.
La colcha mágica de el paseante, todo un lujo.
Quería contároslo, ¿os gusta?

el paseante

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