A veces
sueño que vuelvo a Ibiza, preparo la maleta, voy al aeropuerto, subo al avión,
llego al hotel, me doy el primer chapuzón en la playa, ceno en el buffet y me
voy a dar una vuelta por D’Alt Vila, sencillo, los días siguientes a la playa,
las calas, la disco.
Simple.
Ya está, ya
está?, no hay más?, podría entrar en más detalles, es decir, contar, como suele
decirse, una batallita, quedarme en las anécdotas, y eso no sé bien si puede
resultar interesante a alguien además de a mí.
A Ibiza
llevaba mucha ropa, tenía un vestuario propio para Ibiza que hubiera quedado
fuera de lugar en cualquier otro sitio, y que aún conservo, aunque alguna cosa
se han comido las polillas, me gustaba vestirme bien para la cena y para salir
después a dar una vuelta.
No sé si
esto tiene interés, creo que no mucho.
Habitación
714 hotel Ibiza Playa, siempre la misma, en la última planta, sobre el mar, con
vistas a la ciudad amurallada y a Formentera, y a la luna llena sobre el mar, espectacular,
era como mi segunda casa.
Esto me ha
gustado más, es más cierto, o más auténtico, incuestionable.
En el hotel
se comía de lujo, de todo, yo entonces tenía una dieta amplísima, comía de
todo, estaba todo muy bueno.
100%
verdadero, esto parece el polígrafo de Tele5.
Las
camareras eran amigas mías, muy simpáticas, me ponían vino de Rioja, El Coto, a
veces blanco frío, a veces tinto, raras veces rosado, hacían conmigo lo que
querían, bromeábamos, nos reíamos, yo entonces era joven y guapo, una de ellas
era una gitana supersimpática, la Patro, se enamoró de una camisa mía que llevaba
pájaros bordados, quedé en regalársela, si vuelvo se la llevaré, estaba
gordita, tendrás que echarle unas tablas, le decía en broma, no te preocupes
por eso Pepe, allí me llamaban Pepe, yo se las pongo, tú regálamela.
Esto no ha
quedado mal, joven y guapo, no es falta de humildad, lo fui.
Entre las
otras camareras había sus cosillas, tenía que sentarme cada noche en una zona
del comedor diferente para que no se pusieran celosas, tenían el comedor
repartido.
El hotel
tenía una piscina en la playa, dentro del mar, habían construido una escollera
alrededor, un lujo, era muy grande, con tumbonas, ahora el Ayuntamiento obligó
a quitarla, una pena, lo he visto por internet.
Tenía una
sombrilla para ir a la playa que me guardaba Fina, la Directora, en el almacén,
año tras año, como no volví allí se quedó, era de lunares.
Era una zona
tranquila Figueretas, tenía todo a mano, una terraza de un bar con melodías de
Julio Iglesias non stop, delicioso, podía ir caminando hasta el centro de
Ibiza, al atardecer iba al puerto a ver zarpar a los barcos que volvían a la
península, luego un buen día aparecía un supercrucero que tapaba toda la
ciudad, o el barco de un jeque casi tan grande como el crucero, de la bodega
salían caravanas de coches de lujo con las lunas tintadas.
También
había superyates en el puerto, uno siempre tenía aparcado delante un Ferrari Testarrosa,
los dueños solían cenar en cubierta con gran despliegue de boato, ante las
miradas de los curiosos.
Caramba, he
avanzado bastante, he ido al meollo, lo mismo no hay tanto que contar.
Pero me he
dejado cosas atrás, el primer hotel al que fui en Ibiza no fue el Ibiza Playa,
antes fui al Es Vivé, también en la misma zona, un hotelito familiar con mucho
encanto, que parecía sacado de Miami, estilo art decó, blanco y verde menta, levantado
por un indiano y regentado por su hijo y su nieta, lleno de coquetos cuadros
pintados por la nieta de vistas de la isla, rincones y salas de estar,
maceteros, miradores, mecedoras, una delicia…
No me está
quedando esto del todo mal, verdad?
El paseante
(continuará)
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