Ibiza era el
verano, el buen tiempo, un lugar donde todo tiene lugar a la intemperie, bajo
la luz cegadora del sol, en la playa, básicamente eso era Ibiza, resultaba
tentador para alguien de Madrid, sin duda, simple y por eso mismo tentador, la
riqueza allí era lo natural, mar, cielo, playa, pinos, brisa, puestas de sol,
la luna reflejada sobre el mar describiendo su increíble óvalo como remarcando
su paso junto a mí para acariciarme delicadamente, como pasándome un dedo sobre el alma, y yo sin poder separar los
ojos de ella, todo lejos de cualquier contingencia, lejos de mi vida, de mi
gente, de mis ambiciones, problemas, cosas, minimalismo existencial, desapego,
libertad, vivir el momento, aunque no durase por siempre pensar que va a durar
por siempre, creerlo eterno…, la felicidad, el paraíso, la calma, el bienestar
embriagador y un tanto paralizante, hedonista, por fin el placer como una parte
de uno mismo, recuperado, el placer del sol calentando la piel, reverberando en
ti anónimamente, despersonalizado entre tanta armonía, tanta belleza, tanta
felicidad, uno más sin más, como la vuelta al limbo, al paraíso perdido, al
jardín de las delicias.
La vida es
una búsqueda de estímulos sensoriales, vivimos a través de los sentidos, los
sentidos nos hacen ir detrás de la vida, perseguirla, no somos más que
buscavidas, Ibiza está llena de buscavidas, yo no era un buscavidas hasta que
llegué a Ibiza, allí se disparan los sentidos, se exacerban, excitan,
resucitan, allí resucitas a lo primario entendido como bienestar que no lujo,
sino confort con el medio, adaptación, en una suerte de armonía que te da
bienestar, tranquilidad, plenitud. Creo que esto supuso para mi Ibiza, sin ella
hubiera seguido por la vida medio dormido, ella me despertó, o mejor dicho, me
hizo recuperar, un bienestar que había perdido desde mi niñez, me congració con
la vida, con la naturaleza y, cómo no, conmigo mismo. La mejor terapia, el
mejor spa, el más eficaz crecimiento personal, Ibiza coach, podríamos decir sin
equivocarnos.
Pero cómo
será Ibiza ahora?, me pregunto, hace 10 años que no voy, me daría miedo volver,
enfrentarme al recuerdo del que fui y ya no soy, o tal vez enfrentarme con
aquel recuerdo y comprobar que soy el mismo, no lo sé, tal vez ni Ibiza ni yo
seamos ya los mismos, tal vez hayamos perdido nuestra inocencia, aquella
inocencia, aquella simplicidad, aquella candidez, esa adolescencia del alma, que
nos hizo conectar tan bien, era como mirarme en un espejo, pero ahora que ha
pasado el tiempo me sentiría ante Ibiza como Dorian Gray ante el espejo tal
vez, o yo soy un monstruo o Ibiza ya no es la misma, una de dos, eso me temo,
complicado reencuentro, ya veremos.
El paseante.
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