lunes, 9 de junio de 2014

No recuerdo nada de la estación de tren de Marrakech.





No recuerdo nada de la estación de tren de Marrakech, tal vez porque inmediatamente me dirigí a tomar un taxi. Le indiqué que me llevara al hotel La Mamounia, debía de haber leído que era un hotel interesante y con historia. Cuando me bajé del taxi y tomé mi mochila de viajero joven, inexperto y bastante pijo por el atuendo tan pulcro, ordenado y conjuntado que solía llevar por aquellos años de juventud, me di de cara con la entrada del imponente hotel. Me llevaron a una lujosa recepción, independiente de la recepción de la entrada, llena de relojes que marcaban las horas de diferentes países, como para hacer ver que era un hotel muy internacional. París, Londres, New York, Madrid ni aparecía. Pensé por un momento que me habrían confundido con alguna celebridad al atenderme en un salón muy lujoso, sólo para preguntarme sobre el tipo de habitación que deseaba. Yo me miraba de arriba abajo para preguntarme por semejante trato tan exclusivo, y aún sigo sin entender ese recibimiento.  Pensé que como la noche anterior en Casablanca el hotel de lujo me salió tan barato, me podría permitir todos los lujos que se me antojaran durante mi estancia en Marrakech. Al preguntarme sobre el tipo de habitación que deseaba, le indiqué mi preferencia por las mejores vistas y por una suite amplia para 6 días. El personaje que me atendía, muy elegante por cierto, me fue relatando las características de todas las suites que disponían. Hasta que llegó el momento final de los precios.  Me debió de notar el cambio de actitud mío al indicarme que las suites partían desde una cantidad que me escandalizó, 80.000 pesetas al cambio. Qué barbaridad! !, me decía interiormente. No sabía cómo salir de ésa, ni siquiera me atreví a preguntar por los precios de las habitaciones más normales. Tanto trato exquisito y tan personalizado me empezó a agobiar, tanto, tanto, que le dije, vale muy bien, tengo que hacer unas cuantas cosas antes y vuelvo dentro de un rato. Y en segundos me vi con mi mochila recién estrenada y yo con pinta de joven impecable en la puerta de la calle. A dónde me dirijo?, me iba preguntando incesantemente mientras  caminaba sin rumbo pero en dirección a lo que intuía que sería el centro.  Qué locura!, 80.000 pesetas!  El día anterior creo que abone 4.000 pesetas por una lujosísima habitación en Casablanca. No entendía nada de esa desproporción.
Según iba caminando me sentía cada vez más relajado, contemplando todo, infinidad de burros cargados de paquetes, gente sucia y mal vestida, coches viejos que despedían un humo inimaginable, era el tercer mundo.
Pregunté cómo ir a la plaza principal, ya que su nombre aún hoy resulta difícil pronunciar. Y justo al doblar una esquina nada más entrar en la misma plaza, me encuentro un enorme muro que daba acceso a un hotel con mucho encanto, y decoración típicamente marroquí. En la recepción me explicaron que desde que empezó la guerra del golfo no había llegado ni un solo turista, lo cual me hizo sentirme doblemente a gusto. Antes de nada pregunté el precio de una habitación para mí sólo. Les dije que me lo escribieran varias veces no me confundiera con el cambio, 4.000 pesetas  por noche me confirmaron. Todo el personal de recepción del hotel era de Francia, con un cierto grado de superioridad frente al jovencito cliente español. Aquí me quedo, me parece que he acertado, dejé todas mis cosas en la habitación, me duche para quitarme el sofocón del paseo desde el hotel de La Mamounia, y en pocos minutos me dirigí a la salida. En la puerta del hotel en letra pequeña estaba escrito el nombre del hotel, Club Mediterrane.
Ya liberado del equipaje y fresco tras la ducha ,  aterricé de inmediato en plena locura del centro de Marrakech.
....continuará.....en el capítulo 3



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