domingo, 1 de junio de 2014

Decíamos ayer. Septiembre 2012 (3). Las piernas de las mujeres y otras historias.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Yo soy un caballero español.



A San Antonio
como es un santo casamentero
pidiendo matrimonio
le agobian tanto
que yo no quiero
pedirle al santo
más que un amor sincero
Yo señorita
que soy soltero
y enamorado
la veo tan bonita
y soy sincero:
estoy pasmado
de que un soltero
no lleve usted a su lado
Ay que zaragatero es usted!
Yo soy un caballero español.
Yo no soy extrajera…
Abra usted el quitasol
para que no se muera de celos
el Sol
A la sombra de una sombrilla
de encaje y seda
con voz muy queda
canta el amor
A la sombra de una sombrilla
son ideales
los madrigales
a media voz
Me maravilla
cuando llegaba
lo más sabroso,
que cierre la sombrilla
Lo bueno acaba
si es peligroso
Pero faltaba saber
si soy dichoso
La dicha es cosa
que no se alcanza
tan de repente
La dicha es caprichosa
mas gira y danza
junto al que siente
que una esperanza
le alumbra suavemente
Ay que zaragatero es usted!
Yo soy un caballero español.
Yo no soy extranjera…
Abra usted el quitasol
para que no se muera de celos
el Sol
A la sombra de una sombrilla
de encaje y seda
con voz muy queda
canta el amor
A la sombra de una sombrilla
son ideales
los madrigales
a media voz
Mazurca de la sombrillas
De la zarzuela Luisa Fernanda
Del maestro Moreno Torroba
(entrada dedicada a mi abuela paterna)

Nueva programación del blog otoño-invierno 2012-2013.

(a partir del 23 de octubre)

Yo también me masturbo...


Yo también me mastrubo
Tú también te masturbas
Él también se masturba
Nosotros también nos masturbamos
Vosotros también os masturbáis
Ellos también se masturban

(fuente: Informe Kinsey)

Entrada en apoyo a la Concejala del Ayuntamiento de Los Yébenes.

Ya no sabe qué cara poner...


Ya no sabe qué cara poner la pobre Nerea, me tiene una paciencia...

Vino a verme y dimitió como musa del blog, no aguantaba ya tanta presión, se siente desbordada.

Lo comprendo, no hay problema.

Desde ya anuncio que el puesto de musa del blog está vacante, las interesadas pueden hacerme llegar su curriculum vitae con foto a través del blog.

Se abre el período de selección de nueva musa del blog para la temporada otoño-invierno 2012-2013.

el paseante

El otro día vi una chica en el metro...

El otro día vi una chica en el metro con unas piernas preciosas...

No es la de la foto, aunque la de la foto también tiene unas piernas estupendas.

Entró la chica de las piernas preciosas en el vagón y se puso enfrente, enseguida notó que la miraba, ella sabía que era guapa, atractiva, y sobre todo sabía que tenía unas piernas preciosas, las mostraba llevando una vaporosa minifalda que resaltaba sus perfectas proporciones, y unos estilizados tacones que las elevaban como mostrándolas en escaparate.

Me miró, la miré, y se sumergió en su móvil, lógicamente notó que la seguía mirando de vez en cuando, al cabo de dos paradas se bajó del vagón.
Tenía unas piernas únicas, difíciles de encontrar tan perfectas y atractivas.

Toda ella en sí era más que de una belleza perfecta o académica, de una belleza poderosamente atractiva, sensual.

Las mujeres saben todo eso de ellas mismas y lo saben mostrar, una mujer bella es un regalo para la vista, como una obra de arte única, inigualable, inimitable.

Y tan bien arregladas, maquilladas, vestidas, con todos esos complementos que potencian su sex appeal.

el paseante

Las piernas de las mujeres. Poema.

Metro de Madrid, 8:50 hs, línea 2, dirección Cuatro Caminos, 7 de septiembre de 2012.

Las piernas de las mujeres

Abiertas
Cerradas
O cruzadas
Tapadas
Escondidas
O desnudas
Torneadas
Elevadas
O estilizadas
Deliciosas
Amorosas
O deseables
Encumbradas
Bronceadas
O desligadas
Flexibles
Atléticas
O hermosas
Entaconadas
Encaramadas
O perfectas

José Ramón Carballo
7 de septiembre de 2012

Qué barbaridad!!!!!!!!!!!!!!

Todas las cosas buenas me pasan últimamente en el metro, cuando más aburrido estoy algo pasa, no falla, en el metro como en la vida el aburrimiento llama a la novedad, ayer de regreso a casa a las 20:22 hs iba bostezando sentado en el vagón, cuando de repente, en la estación de Noviciado se subieron estas señoritas que de novicias tenían poco, menudas piernas, no pude evitar hacerlas una foto, ni se enteraron, ellas iban a lo suyo, la que sí se enteró de lo de la foto fue la señora que iba sentada a mi lado:
- Guarro indecente (dijo entre dientes).
- Señora, que es para el blog (contesté).
- A saber qué guarrería será ésa (replicó).

el paseante

p.d.- espectaculares, ¿verdad?, eran guapísimas, vestidas de fiesta, todas llevaban minifalda y tacones de aguja, olían a gloria, eran como las muchachas en flor de Marcel Proust pero en plan underground, o sea, en plan Metro de Madrid.

La lectura del fin de semana. Le Rouge et le Noir. Stendhal. 1830.


PRIMERA PARTE

I
UNA CIUDAD PEQUEÑA

Put thousands together
Less bad
But the cage less gay.
                  HOBBES

La pequeña ciudad de Verrières puede pasar por una de las más lindas del Franco Condado. Sus casas, blancas como la nieve y techadas con teja roja, escalan la estribación de una colina, cuyas sinuosidades más insignificantes dibujan las copas de vigorosos castaños. El Doubs se desliza inquieto algunos centenares de pies por bajo de la base de las fortificaciones, edificadas en otro tiempo por los españoles y hoy en ruinas.
Una montaña elevada defiende a Verrières por su lado Norte. Los picachos de la tal montaña, llamada Verra, y que es una de las ramificaciones del Jura, se visten de nieve en los primeros días de octubre. Un torrente, que desciende precipitado de la montaña, atraviesa a Verrières y mueve una porción de sierras mecánicas, antes de verter en el Doubs su violento caudal. La mayor parte de los habitantes de la ciudad, más campesinos que ciudadanos, disfrutan de un bienestar relativo, merced a la industria de aserrar maderas, aunque, a decir verdad, no son las sierras las que han enriquecido a nuestra pequeña ciudad, sino la fábrica de telas pintadas llamadas de Mulhouse, cuyos rendimientos han remozado casi todas las fachadas de las casas, después de la caída de Napoleón.
Aturde al viajero que entra en la ciudad el estrépito ensordecedor de una máquina de terrible apariencia. Una rueda movida por el torrente, levanta veinte mazos pesadísimos, que, al caer, producen un estruendo que hace retemblar el pavimento de las calles. Cada uno de esos mazos fabrica diariamente una infinidad de millares de clavos. Muchachas deliciosas, frescas y bonitas, ofrecen al rudo beso de los mazos barras de hierro, que éstos transforman en clavos en un abrir y cerrar de ojos. Esta labor, que a primera vista parece ruda, es una de las que en mayor grado sorprenden y maravillan al viajero que penetra por vez primera en las montañas que forman la divisoria entre Francia y Helvecia. Si el viajero, al entrar en Verrières, siente a la vista de la fábrica de clavos el aguijón de la curiosidad, y pregunta quién es el dueño de aquella manifestación del genio humano, que ensordece y aturde a las personas que suben por la calle Mayor, le contestarán: -¡Oh! ¡Esta fábrica es del señor alcalde!
A poco que el viajero se detenga en su ascensión por la calle Mayor de Verrières, que arranca de la margen misma del Doubs y termina en la cumbre de la colina, es seguro que ha de tropezar con un hombre de gran prosopopeya, con un personaje de muchas campanillas. Viste traje gris, y grises son sus cabellos; es caballero de varias órdenes, tiene frente despejada, nariz aguileña y facciones regulares. Su expresión, su conjunto, a primera vista, es agradable y hasta simpático, dentro de lo que cabe a los cuarenta y ocho o cincuenta años; pero si el viajero hace un examen detenido de su persona, hallará, a la par que ese aire típico de dignidad de los alcaldes de pueblo y esa expresión de endiosamiento y de suficiencia, un no sé qué indefinido que es síntoma de pobreza de talento y de estrechez de mentalidad, y terminará por pensar que las pruebas únicas de inteligencia que ha dado, o es capaz de dar el alcalde, consisten en hacerse pagar con puntualidad y exactitud lo que le deben, y en no pagar, o en retardar todo lo posible el pago de lo que él debe a los demás.
Y ya tenemos hecho el retrato del alcalde de Verrières, señor de Rênal. El viajero no tarda en perderle de vista, porque entra aquel invariablemente en la alcaldía, después de recorrer con paso majestuoso la calle; pero si, dejando al alcalde en su despacho, continúa su ascensión, encontrará, unos cien pasos más arriba, una casa de lujoso aspecto, y verá las verjas que la circundan, jardines hermosísimos, que tienen por fondo las distantes colinas de Borgoña, y ofrecen un panorama que parece de propósito hecho para recreo de la vista. El viajero comienza allí a olvidar la atmósfera saturada de emanaciones de sórdido interés que venía respirando y que principiaban a asfixiarle.
Pregunta, y le dicen que aquel inmueble lujoso es propiedad del señor de Rênal. La fabricación de clavos produce al alcalde de Verrières enormes rendimientos, merced a los cuales ha podido erigir el hermoso edificio de sólida sillería.
Afirman que su familia es española y de rancia estirpe, establecida en el país mucho antes de la conquista del mismo por Luis XIV.
Desde el año de 1815, se avergüenza de ser industrial: fue el año que le sentó en la poltrona de la alcaldía de Verrières.
Los muros que sostienen las diversas parcelas de aquel magnífico jardín, que desciende, formando a manera de pisos de regularidad perfecta, hasta la orilla del Doubs, son también premio alcanzado por la ciencia del señor Rênal en el negocio del hierro.
Que no esperen nuestros lectores encontrar en Francia esos jardines pintorescos que rodean las ciudades de Alemania: Leipzig, Francfort, Nuremberg, etc. En el Franco Condado, cuantos más muros se construyen, cuanto con mayor profusión se llenan las propiedades de hileras de sillares superpuestos, tanto mayores derechos se adquiere al respeto y a la consideración de los vecinos. Los jardines del señor Rênal gozan de la admiración general, no por su hermosura precisamente, sino porque su propietario ha comprado a peso de oro las distintas parcelas que ocupan. Citaremos un ejemplo: la serrería que, a causa de su emplazamiento singular sobre la margen del Doubs, llamó la atención del viajero a su entrada en Verrières, y cuya techadumbre corona una tabla gigantesca sobre la cual se lee el nombre de SOREL, escrito con letras descomunales, ocupaba, seis años antes, el terreno que hoy sirve de emplazamiento al muro de la cuarta terraza de los jardines del señor Rênal.
Pese a su altivez, el señor alcalde necesitó Dios y ayuda para convencer al viejo Sorel, rústico duro de pelar y terco como una mula, quien no se decidió a trasladar su serrería a otra parte sin antes hacerse suplicar mucho y obligar al comprador a dar por los terrenos un precio diez veces mayor del que en realidad tenían. En cuanto a la fuerza motriz necesaria para la marcha de la sierra, el señor Rênal consiguió, gracias a las buenas relaciones con que contaba en París, que fuese desviado el curso del río público. La gracia le fue concedida a raíz de las elecciones de 182...
El trato hizo a Sorel dueño de cuatro hectáreas de terreno, en vez de una, que antes tenía. La industria quedó instalada sobre la margen del Doubs, unos quinientos pasos más abajo que la antigua, y aunque esta posición última era incomparablemente más ventajosa para el negocio, el señor Sorel, que así se le llama generalmente desde que es rico, fue bastante diestro para arrancar a la impaciencia de la manía de propietario que acosaba a su vecino, la bonita suma de seis mil francos.
Diremos, en honor a la verdad, que todas las personas inteligentes del país criticaron el trato. En una ocasión, hace de eso cuatro años, el señor Rênal, al salir de la iglesia un domingo, luciendo los distintivos de su cargo de alcalde, vio desde lejos a Sorel, rodeado de sus tres hijos, que le miraba con la sonrisa en los labios. Aquella sonrisa fue feroz puñalada asestada en medio del corazón del alcalde, porque le hizo comprender que le habría sido fácil obtener los terrenos mucho más baratos.
Quien quiera conquistarse la consideración pública en Verrières, debe huir como de la peste, en la construcción de los muros, de cualquiera de los planos que importan de Italia los maestros de obras y albañiles que, llegada la primavera, atraviesan las gargantas del Jura para llegar a París. La innovación atraería sobre la cabeza del imprudente constructor la eterna reputación de mala cabeza, y le perdería para siempre en el concepto y estimación de las personas prudentes y moderadas, que son las encargadas de otorgar entrambas cosas en el Franco Condado.
En realidad de verdad, las tales personas prudentes y moderadas ejercen el más fastidioso de los despotismos y son causa de que la permanencia en las ciudades pequeñas se haga insoportable a los que han vivido en la inmensa república llamada París. La tiranía de la opinión... ¡y qué opinión, santo Dios! es tan estúpida en las pequeñas ciudades de Francia como en los Estados Unidos de América.

Stendhal
Rojo y Negro

jueves, 6 de septiembre de 2012

Regreso a casa. Poema.




Regreso a casa

Lento regreso a casa
Cae la noche, toda la noche sobre mí
Como una negra nube
Se esparce sobre la ciudad
Se encienden las farolas de las largas alamedas
El viento mece la copa de los árboles suavemente
Se callan los pájaros
¿Dónde van los pájaros cuando anochece?
¿Dónde van las flores?
Mientras, yo vuelvo a casa
Me esperan allí todas mis cosas viejas
Mis mascotas
Mi espacio tranquilo, pleno, solitario
Hoy no hay luna
Sólo brillan en el cielo las lejanas estrellas
Como collares de brillantes colgados del infinito
Hay un rumor de viento por las esquinas
Un silbido de aire frío ya
Que baja desde las montañas
Comienza como una débil semilla aún
El invierno en este final de verano
Llegará mañana la luz y todo será diferente
Y bajaré por la larga alameda
Con el sol dándome en la cara
Como en un mundo nuevo, diferente
Que nada sabe de la noche de ayer
José Ramón Carballo
5 de septiembre de 2012

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Las riendas y el caballo...


"A veces conviene soltar las riendas para ver cómo es el caballo".

el paseante 

No hay fracaso mayor que el éxito.



"¿Has visto a la gente que triunfa? ¿Puedes encontrar mayores fracasados? Has oído el proverbio de que no hay nada que tenga tanto éxito como el éxito. Es absolutamente falso. Me gustaría decirte: no hay fracaso mayor que el éxito. El proverbio debe de haber sido inventado por estúpidos. No hay fracaso mayor que el éxito. 

Se dice de Alejandro Magno que el día en que se convirtió en el conquistador del mundo, cerró las puertas de su habitación y empezó a llorar. No sé si realmente sucedió o no sucedió, pero si tuvo algo de inteligencia, así debió de suceder. 

Sus generales estaban confundidos, ¿qué le estaba ocurriendo? Nunca habían visto a Alejandro llorar. Él no era de esta clase de hombres, él era un gran guerrero. Le habían visto en graves dificultades, en situaciones donde la vida corría gran peligro, donde la muerte era inminente, y nunca habían visto brotar las lágrimas de sus ojos. Nunca le habían visto en un momento bajo, de desesperación. ¿Qué le estaba sucediendo ahora, ahora que había triunfado, ahora que era el conquistador del mundo? 

Llamaron a su puerta, entraron y le preguntaron, «¿Qué te ocurre? ¿Por qué lloras como un niño?» Él contestó, «Ahora que he triunfado, sé que he sido un fracasado. Ahora sé que estoy exactamente en el mismo lugar en el que estaba cuando empecé con esta estupidez de conquistar el mundo. Y esto se me ha hecho evidente porque ahora no hay otro mundo que conquistar; sino, hubiera seguido en lo mismo, habría podido empezar a conquistar otro mundo. Ahora no hay otro mundo que conquistar, ahora no hay nada más que hacer y de repente he sido devuelto a mí mismo». 

Un triunfador, al final, siempre es devuelto a sí mismo y entonces sufre las torturas del infierno porque desperdició toda su vida. Buscó y buscó, se jugó todo lo que tenía; ahora ha alcanzado el éxito y su corazón está vacío y su alma carece de importancia y para él no hay fragancia alguna, no hay dicha alguna.

Por eso lo primero es saber exactamente qué es lo que estás buscando. Insisto en ello porque cuanto más fijas tus ojos sobre el objeto de tu búsqueda, más empieza a desaparecer el objeto. Cuando tus ojos están absolutamente fijos, de repente no hay nada que buscar. De inmediato tus ojos empiezan a volverse hacia ti mismo. Cuando no hay un objeto para la búsqueda, cuando todos los objetos han desaparecido, aparece el vacío. En ese vacío surge el cambio de rumbo, el ir hacia dentro. De repente empiezas a mirarte a ti mismo. Ahora no hay nada que buscar y surge un nuevo deseo de conocer a este buscador. 

Si tienes algo que buscar, eres un hombre de mundo. Si no hay nada que buscar y la pregunta «¿ Quién es éste que busca?» se ha vuelto importante para ti, entonces eres un hombre religioso. Esta es la forma en que defino al hombre mundano y al hombre religioso.
 

Si todavía estás buscando algo --puede que en la otra vida, en la otra orilla, en el cielo, en el paraíso, en el moksha, da igual-- eres todavía un hombre mundano. Si ha cesado toda búsqueda y de repente te has hecho consciente de que solamente hay una cosa que buscar ¿Quién es este buscador que hay en mí? ¿Qué es esta energía que desea buscar? ¿Quién soy yo? entonces surge una transformación. De improviso todos los valores cambian. Has empezado a ir hacia dentro".

Osho, El arte de morir
 

La réplica de la sombra al fracaso.


Bueno, Jota, me siento halagada por haberte proporcionado un triunfo. Gracias, pero ¿estás seguro de que, como tú dices, no me convertiré en un fracaso por no ser lo que esperabas?. Yo te contestaré a esta pregunta, Jota. No. Y te diré por qué. La otra vez yo hablaba de que el miedo al fracaso es lo peor porque te impide luchar por lo que quieres, pero es que además tiene otras dos consecuencias. Una es que aunque te atrevas a intentar conseguir tu objetivo, si sigues teniendo miedo al fracaso no vas a lograrlo, y la otra es que aunque tuvieras la suerte de alcanzarlo, acabarías perdiéndolo tarde o temprano, porque el fracaso huele el miedo a la legua y ataca a quienes le temen. Se ceba con ellos. No sé en qué momento habrás tenido miedo al fracaso, Jota, si antes, durante o después de haber conseguido tus metas. El caso es que si has fracasado tanto como dices es por haber tenido miedo, nada más. A veces ese miedo al fracaso se disfraza de otros miedos, miedo a no merecer lo deseado, a no estar a la altura, a no ser digno de ello, miedo a perderlo. Infinidad de miedos. Miedos que provocan exactamente aquello que temen, porque lo atraen.
Pero cuando me conociste tuviste sensación de triunfo precisamente porque no existía ningún miedo, Jota. Has podido relajarte y ser tú mismo (¡y qué mayor triunfo que éste!). No tienes miedo de que al final resulte peor de lo que esperabas sencillamente porque no me esperabas, no tenías ninguna expectativa sobre mí y eso hizo que tampoco analizaras si merecías estar conmigo o no. No tenías una idea preconcebida de mí, ni de ti respecto a mí ¿me explico?. Pero es que además como no me puedes perder tampoco tienes miedo a perderme. ¿Cómo se pierde una sombra? De ninguna manera. La sombra es imperdible. Así que te he dado la clave para triunfar, Jota. No es una fórmula infalible, pero ayuda. A partir de ahora controla las expectativas y no tengas miedo a nada…
La sombra del paseante
 

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