lunes, 2 de junio de 2014

Conversación con Bruttini (Un asesino en las calles 11).




Conversación con Bruttini

Al llegar la noche Carballo y Bruttini se acostaron temprano, el chico seguía teniendo sueño por el cambio horario.
Una vez acostados Bruttini le dijo a Carballo desde su camita:
-          Comisario.
-          Dígame Bruttini.
-          Que digo que no hace falta que diga nada de lo del beso.
-          Qué beso Bruttini?
-          El que nos dimos al vernos.
-          No se preocupe, estese tranquilo.
-          Gracias Comisario.
-          No hay de qué.
-          Sabe una cosa Comisario?
-          El qué Bruttini?
-          Yo le quiero mucho.
-          Y yo también a usted Bruttini, yo también a usted…
-          Le quiero como a un padre, como al padre que nunca tuve.
-          Y yo a usted como al hijo que nunca tuve.
-          Buenas noches Comisario.
-          Buenas noches Bruttini, que descanse.
Apenas un instante después Bruttini estaba roncando, al Comisario Carballo le dio por pensar en el caso del asesinato de Cony, lástima que ya no estuviera él llevándolo, se le habían ocurrido un par de buenas ideas, una era sobre lo que había escrito Brown en relación con la existencia de una red dentro de la Wellness Company, y otra era el dato de que a los únicos personajes que Brown no llamaba por su nombre en su relato eran el gran jefazo y el marido de Cony, resultaba curioso, ahí detrás Carballo pensaba que había una motivación psicológica profunda, todo lo que no se nombra, lo que no se denomina, es porque en el fondo no se acepta, así de sencillo, y si no se acepta es porque lo rechazamos, se trataba simplemente de encontrar los motivos de ese rechazo, nada más, eso pensaba Carballo al menos.
En cualquier caso fuera como fuese él tenía que regresar a Madrid, mañana era su último día en Vancouver, aprovecharía para invitar a Bruttini a ver Romeo y Julieta en el teatro de la ópera, y al día siguiente tomaría el avión para Madrid.
Le resultaba triste tener que dejar solo al muchacho ahora que estaba en Vancouver, pero no tenía más remedio, por otro lado se iba preocupado por Bruttini y su idea de seguir la investigación por su cuenta, eso era peligroso, sin contar con el respaldo de la policía de Vancouver y a espaldas de Behrens, existía el peligro de verse muy desprotegido, pero no quería interferir en los planes del muchacho, en su idealismo, Bruttini era una especie de Robin Hood, era capaz de sacrificar sus vacaciones para resolver un caso, o para intentarlo al menos, porque las verdaderas vacaciones para el muchacho eran precisamente el trabajo, policías como él, con esa casta, eran difíciles de encontrar, cada vez más escasos.
Carballo acabó durmiéndose después de estar dando vueltas a todos esos pensamientos dentro de su cabeza, esta vez no soñó nada, o no lo recordó, el estar junto a Bruttini le calmaba, el muchacho tenía un efecto sedante sobre él, le producía bienestar, una especie de efecto placebo que le tranquilizaba los nervios y le hacía olvidar su pertinaz fatalismo.

(continuará)

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