martes, 20 de noviembre de 2018

La película de la semana. Bohemian Rhapsody. Bryan Singer. 2018. PURA MAGIA.





Me gustó bastante, Freddie es como Jean Genet, se sabe dar la vuelta a sí mismo como un guante, o como un calcetín, o como una braga, según las circunstancias manden, pero darse la vuelta se la da siempre, y dándose él la vuelta te la das tú de paso, ya puestos, es el aspecto canalla, de bajos fondos, de contracultura, de hampa, tan desolador como la vida misma, pero llevado al extremo y por eso mismo tan revelador, como un relámpago que precede a un trueno de voz, así es Freddie, el orfebre que lo construyó tuvo un momento de inspiración tan álgida que se dejó llevar simplemente, y como resultado apareció una amalgama de aspectos dispares, contradictorios, extremos, y sin embargo compatibles y energizadores entre sí, tan de lujo salió la joya que como cúspide le fabricó una boca que más que de dientes parecía engastada en brillantes de la voz que le dio y cómo cantaba, o gritaba, o salmodiaba, o callaba, este “paki” como le llamaban despectivamente sin ser de Pakistán le dio la vuelta a la música como si fuera un calcetín sudado y resultó que olía a rosas, lo que digo, puro Jean Genet y su Milagro de la rosa.
Freddie era un canalla, y como todos los canallas en el fondo un ingenuo, en Diario de un ladrón Genet retrata eso muy bien autorretratándose, basta verle sobre el escenario actuar para presentirlo y descubriendo con más detalle su vida no sorprende, sólo alguien así puede tener una vida así y una obra así, cuando uno se enfrenta, está ante, alguien así, enseguida le llega el dardo, más vale estar atento, sólo oro, eso salía de la boca de Freddie, sólo un artista de esa envergadura puede llegar a eso a través del cumplimiento de su destino fatal, porque sin esa vida y ese destino fatal no hubiera llegado nunca a dejarnos semejante obra o legado, como una especie de catedral del rock que nos engancha porque está hecha de él mismo y de nosotros mismos, sentimientos que él descubrió abriéndonos las puertas de la percepción.
Como veis la película despertó en mí el Freddie que todos llevamos dentro.
Era difícil estar a su altura en una película pero se consigue en general y en concreto de manera especial el actor que lo interpreta en las actuaciones musicales lo borda, en gestualidad, movimientos, voz, es increíble, toda la escena final en el Wembley con motivo del Live Aid de Geldof es simplemente una pasada, por entendernos, te electriza como si estuvieras allí.
Luego la película está llena de guiños íntimos a su vida como su relación con los gatos, que son coprotagonistas de la película, y las riñas de colegial con sus compañeros de Queen, de quién en un momento se separa para después volver y reconocer que juntos discutiendo resultaban más creativos que si se llevaran bien.
Al principio de la película su novia le pregunta qué siente sobre el escenario con toda esa gente allí enfrente, lo que contesta no lo recuerdo literal pero estar atentos cuando vayáis a ver la película, no tiene desperdicio.
Hay también una escena preciosa al comienzo, con fondo musical de la canción Love of my live, en la primera gira, momento en el que confiesa a su novia su homosexualidad.
Estad también atentos, pura magia.
Pura magia, nada más.

El paseante


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