Me gustó
bastante, Freddie es como Jean Genet, se sabe dar la vuelta a sí mismo como un
guante, o como un calcetín, o como una braga, según las circunstancias manden,
pero darse la vuelta se la da siempre, y dándose él la vuelta te la das tú de
paso, ya puestos, es el aspecto canalla, de bajos fondos, de contracultura, de
hampa, tan desolador como la vida misma, pero llevado al extremo y por eso
mismo tan revelador, como un relámpago que precede a un trueno de voz, así es
Freddie, el orfebre que lo construyó tuvo un momento de inspiración tan álgida
que se dejó llevar simplemente, y como resultado apareció una amalgama de
aspectos dispares, contradictorios, extremos, y sin embargo compatibles y
energizadores entre sí, tan de lujo salió la joya que como cúspide le fabricó
una boca que más que de dientes parecía engastada en brillantes de la voz que
le dio y cómo cantaba, o gritaba, o salmodiaba, o callaba, este “paki” como le
llamaban despectivamente sin ser de Pakistán le dio la vuelta a la música como
si fuera un calcetín sudado y resultó que olía a rosas, lo que digo, puro Jean
Genet y su Milagro de la rosa.
Freddie era
un canalla, y como todos los canallas en el fondo un ingenuo, en Diario de un
ladrón Genet retrata eso muy bien autorretratándose, basta verle sobre el
escenario actuar para presentirlo y descubriendo con más detalle su vida no
sorprende, sólo alguien así puede tener una vida así y una obra así, cuando uno
se enfrenta, está ante, alguien así, enseguida le llega el dardo, más vale
estar atento, sólo oro, eso salía de la boca de Freddie, sólo un artista de esa
envergadura puede llegar a eso a través del cumplimiento de su destino fatal,
porque sin esa vida y ese destino fatal no hubiera llegado nunca a dejarnos
semejante obra o legado, como una especie de catedral del rock que nos engancha
porque está hecha de él mismo y de nosotros mismos, sentimientos que él descubrió
abriéndonos las puertas de la percepción.
Como veis la
película despertó en mí el Freddie que todos llevamos dentro.
Era difícil
estar a su altura en una película pero se consigue en general y en concreto de
manera especial el actor que lo interpreta en las actuaciones musicales lo
borda, en gestualidad, movimientos, voz, es increíble, toda la escena final en
el Wembley con motivo del Live Aid de Geldof es simplemente una pasada, por
entendernos, te electriza como si estuvieras allí.
Luego la
película está llena de guiños íntimos a su vida como su relación con los gatos,
que son coprotagonistas de la película, y las riñas de colegial con sus
compañeros de Queen, de quién en un momento se separa para después volver y
reconocer que juntos discutiendo resultaban más creativos que si se llevaran
bien.
Al principio
de la película su novia le pregunta qué siente sobre el escenario con toda esa
gente allí enfrente, lo que contesta no lo recuerdo literal pero estar atentos
cuando vayáis a ver la película, no tiene desperdicio.
Hay también
una escena preciosa al comienzo, con fondo musical de la canción Love of my
live, en la primera gira, momento en el que confiesa a su novia su
homosexualidad.
Estad
también atentos, pura magia.
Pura magia,
nada más.
El paseante
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