jueves, 26 de febrero de 2015

Iba a Arco todos los años.




Iba a Arco todos los años, pasaba un frío terrible cruzando la explanada del palacio de exposiciones pero iba siempre, año tras año, desde sus comienzos, hace muchos años en la Casa de Campo y después en el parque Ferial, progresivamente aquello dejó de tener interés por las obras expuestas y seguí yendo más que nada por ver el ambiente, la gente, muy particular, los disfraces más que vestimenta que llevaban, esas gafas, esos pelos, esa forma de hablar, de mirar, ese envanecimiento fútil, esa especie de esnobismo bohemio que no dejaba de sorprenderme como un mensaje sin contenido fuera del más genuino narcisismo, la obra expuesta cada vez era más una pura engañifa, hacía reír más que disfrutar con su contemplación o hacer pensar, o emocionarte, en ocasiones no hacía ni reír ni llorar, pasaba a paso ligero por los stands, oía las conversaciones entre los entendidos, cómo los galeristas convencían de las bondades de un artista o de una obra a un adinerado visitante, ésa era otra, también se veía gente de posibles, señorones y señoronas que iban a invertir demostrando entre tanto pobretón con pretensiones su poderío económico.
Pasados los años dejé de ir, seguía Arco por los reportajes en prensa y televisión, por las opiniones, cada día iba a peor, si el arte es eso líbrenos Dios de semejante espectáculo, me parece puro negocio, especulación, marketing, sin nada detrás, con frecuencia se dice que este tipo de opinión que manifiesto parte de una incapacidad de comprender las nuevas tendencias artísticas, no sé, pero me pregunto, y quién es capaz de comprender eso salvo cuatro diletantes que se creen la sal da la tierra?, el arte no puede estar tan alejado de la gente porque el destinatario de todo el arte, sea el que sea, no es otro sino el público en general, en mayor o menor medida, pero el público en definitiva, es como si se programara teatro en chino, o películas invisibles, o se hiciera música silente, el arte, debe ser inteligible y no indescifrable culpando encima de la incomprensión al espectador en lugar de al supuesto artista.

El paseante

p.d.- el cuadro que he elegido de Santiago Rusiñol es la antítesis de lo que se puede encontrar en Arco.
 

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