jueves, 5 de febrero de 2015

Carballo se quedó adormilado (Un asesino en las calles 95).





95 – Carballo se quedó adormilado.


Carballo se quedó adormilado camino del pueblo, el suave run run del motor le acunaba, iba dándole el sol y se sentía en el séptimo cielo, aquello era confort y no el hospital tan inhóspito, valga la redundancia, el coche había tomado ya la carretera local que conducía a través de un hermoso valle a su pueblo, Bruttini conducía delicadamente, como si acariciara la carretera en cada curva, con mimo exquisito, deleitándose tanto en el paisaje como en el coche, la carretera estaba desierta y hacía una mañana de invierno muy soleada aunque fuera hacía frío, al llegar al pueblo las últimas curvas de la carretera tenían nieve y hielo, Bruttini aminoró la marcha y entonces se oyó algo, Carballo medio en sueños sintió como un ligero sonido que se repetía, un run run raro que no era el habitual del motor, pensó que tal vez el coche se iba a estropear y les dejaría allí tirados en mitad de la nieve, se despertó y vio todo blanco alrededor, Bruttini iba pisando huevos como suele decirse, había metido una velocidad corta y procuraba ir por el lado de la carretera que estaba libre de nieve y hielo, apenas se fue despertando Carballo notó cierta inmovilidad en los brazos, como un peso, medio en sueños todavía pensó que se trataba de alguna secuela del envenenamiento, al fin se despertó del todo y cuando miró hacia sus brazos vio que Cachemir estaba acostado sobre ellos ronroneando sonoramente, qué alegría, Bruttini había traído al gatito con ellos!

-          Comisario le traje al gatito para que le haga compañía pero cuídelo.

Aparcaron fuera del pueblo, a la entrada, ni cruzar pudieron el puente de entrada, toda la plaza de la fuente estaba llena de nieve y la fuente totalmente helada, impresionaba tanta nieve, parecía una escena de cuento, como un belén de navidad, de algunas chimeneas ascendía un humo blanco hacia el cielo que llenaba el pueblo de un aroma a invierno, tuvieron que ir caminando muy despacio, Cachemir pidió salir de su cestita para poder juguetear con la nieve, ascendieron hasta lo alto del pueblo donde se encontraba la casa de Carballo, en lo más alto, justo detrás de la Iglesia, el pequeño jardín había acumulado tanta nieve entre sus muros que había prácticamente desaparecido, entraron, lo primero que vio Carballo fue un terrible desorden, los de la mudanza habían dejado los muebles por cualquier parte y de cualquier manera, sin ningún orden, apenas se podía pasar, ni espacio habían dejado para moverse por la casa, era necesario cuanto antes poner orden en aquella selva, abrieron la puerta que daba al jardín y cachemir salió entusiasmado y comenzó a revolcarse en la nieve, tan negro y con los ojos de color esmeralda resaltaba con una intensidad fulgurante, parecía un dibujo de Walt Disney evolucionando sobre la blancura de la nieve, hundiendo sus patitas y dando volteretas que le dejaban sorprendido como si la nieve le empujara y jugara con él, entre Bruttini y Carballo recolocaron algunos muebles en las tres plantas de la casa, en la buhardilla Carballo mostró el viejo piano de pared a Bruttini que se puso rápidamente a limpiarlo e intentar afinarlo, enseguida estaba tocando las primeras notas y pronto  Carballo pudo deleitarse, mientras contemplaba el valle nevado desde la terraza de la azotea, con los compases melancólicos de una polonesa de Chopin que resonaba melodiosamente en el silencio absoluto de la soleada mañana de invierno y se perdían en el horizonte llenando el paisaje de una armonía musical como si fuera la banda sonora de una película, la película de la vida de Carballo.

Bruttini se puso también manos a la obra de encender la chimenea, al cabo de un rato la casa comenzó a caldearse aunque la calentaba bastante el sol, qué delicia sentir el calor del hogar después de tanto tiempo en el frío y umbrío hospital, y sentir la luz del sol dándole a uno en la cara, y tener todas sus cosas junto a él, eso pensó Carballo, el gatito le seguía ahora por toda la casa, no paraba de maullar, quería comida y agua, se la puso, la casa estaba ya en condiciones de habitar, un poco desordenada aún pero poco a poco todo volvería a tener un cierto orden, decidieron irse a comer al pueblo de al lado aunque les daba miedo la carretera, estaba francamente peligrosa, Cachemir se quedó en su cestita dormido delante de la chimenea hecho un ovillo y pasando de todo.

El camino estaba tan resbaladizo que el viejo Packard evolucionaba como una bailarina haciendo piruetas sobre el hielo de la carretera, cuando al fin llegaron al restaurante respiraron aliviados, de comida había migas manchegas y huevos al plato, lo acompañaron con un vino de la zona, la Alcarria tenía muy buenos productos naturales, aquello era aún la vida auténtica de siempre, al pan pan y al vivo vino, como suele decirse, la mesonera les obsequió con un licorcito de yerbas para terminar y Carballo volvió a pedir su postre favorito, natillas con galleta y canela, al volver al pueblo Bruttini dejó a Carballo a la entrada y regresó a Madrid, Carballo se quedó aislado allí, solo, según subía a la casa comenzaba a atardecer y las sobras se alargaban sobre la nieve de una manera un tanto telúrica, cuando subió al salón de la primera planta para ver al gatito comprobó que seguía donde le había dejado hace unas horas, durmiendo junto al fuego, habían sido demasiadas emociones para un sólo día, Carballo comenzó a encender las luces de la casa y avivó el fuego, se oía cantar a algún pajarillo, se asomó para contemplar el jardincito nevado yo vio a unos gorrioncillos revolcándose sobre la nieve y agitando nerviosamente las alas como si jugaran.


(continuará)


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