viernes, 13 de febrero de 2015

The way we were… (Un asesino en las calles 103).





103 – The way we were…


El moños mientras seguía con su vida en Madrid, ignorando que Carballo le consideraba un asesino, hacía años que no volvía a Madrid, desde los años de la Academia de Policía prácticamente, con lo cual disfrutaba especialmente redescubriendo la ciudad y pasando revista a las novedades, se internó incluso con cierta cautela y desconocimiento en el mundo gay, sentía curiosidad por ver qué descubría, era fanático del mundillo de las crossdresser y un buen día recaló en el Divas Club como por casualidad, vio toda la actuación degustando un trago largo de ron con hielo y un pedacito de limón, su copa favorita, cuando actuó Bruttini quedó prendado de él, tal vez sería mejor decir enamorado, si bien no sabía que la Brutta era en realidad un subcomisario, el subcomisario Bruttini, un compañero del cuerpo de policía más joven que él, entre ellos no se conocían, no habían coincidido nunca en ningún destino, la Brutta interpretaba esa noche The way we were, canción de Barbra Streisand que literalmente bordó llevando al concurrido auditorio hasta el paroxismo más exacerbado, al terminar la actuación el moños se fue a los camerinos con intención de saludar a la Brutta, ardía en deseos de conocerla, las compañeras de show le indicaron la puerta del camerino al moños, primero tocó con los nudillos y luego entreabrió la puerta ligeramente, cuando se asomó en lugar de la Brutta sus ojos se toparon con un magnífico trasero puesto en pompa mirando hacia la puerta que se le ofrecía abierto como una gran hogaza de pan que pedía ser comida, siguió abriendo lentamente la puerta y los goznes sonaron ligeramente, a lo cual Bruttini respondió irguiéndose rápidamente y dándose la vuelta, ante los ojos del moños apareció Bruttini totalmente desnudo, con las medias y las ligas puestas exclusivamente, aquello excitó sobremanera al moños que era un tanto salido, cuando Bruttini miró al moños sintió por su parte una sensación extraña, nunca antes un hombre le había mirado de esa manera, era una mirada que podía decirse le desnudaba, si bien eso no era posible porque ya estaba desnudo, pero tal vez podría decirse que le desnudaba espiritualmente, era como si el moños a través del cuerpo desnudo de Bruttini hubiera visto lo más íntimo del alma de Bruttini, algo que él escondía con celo lejos de cualquier sospecha, pero que el moños supo ver en su mirada, un deseo sexual dormido por los hombres, que ante la mirada del moños se había despertado, Bruttini reaccionó rápidamente y se tapó pudorosamente con un albornoz.


-          Qué hace aquí dentro?, qué desea?, le conozco acaso?

-          Tranquilo, no se altere, soy simplemente un admirador.

-          Y no sabe llamar a las puertas cerradas antes de entrar a lo que se ve…

-          No quería importunarle sino mostrarle mi admiración nada más, mi respetuosa admiración por su arte, y si me permite decirlo mi respetuosa admiración por su cuerpo.

-          Gracias, le estoy muy agradecido, pero ahora si es tan amable me gustaría que se marchara.

-          Como quiera y discúlpeme si le he ofendido, me gustaría si así fuera poder resarcirle de alguna manera mostrándole que mis intenciones son las mejores para con usted, si me lo permite me gustaría invitarle a cenar.

-          No suelo ir a cenar con desconocidos sabe, no soy exactamente una corista y por supuesto tampoco soy homosexual, lo digo para que no se confunda.

-          Por favor, no lo dudo en absoluto, basta verle como yo le he visto para comprobar que es un hombre con todos sus atributos.

-          Muy gracioso.

-          Y con un culo muy sensual.

-          Cómo se atreve!


Bruttini dio una sonora bofetada al moños, el cual le sonrió con una  mirada de deseo más incontenible aún, en ese momento se produjo un silencio embarazoso, una tensa espera que no se sabía bien cómo se iba a resolver, el moños después de comprobar la suplicante mirada de Bruttini se abalanzó sobre él, le abrazó y le besó apasionadamente, al principio Bruttini intentó denodadamente separarse pero al momento cedió y quedó literalmente colgado de los brazos del moños como una bailarina sin voluntad devolviéndole el beso al moños con igual ardor, al momento estaban los dos frenéticamente enroscados en la chaisse longe del camerino de Bruttini, el moños quitó con furia el albornoz a Bruttini, se bajó los pantalones de un solo impulso, abrió las piernas de Bruttini que parecía arder ya de una pasión incontenible y le penetró con furia y pasión desmedidas, cuando terminaron Bruttini aún tenía las piernas alzadas como dos aspas apuntando al techo del exiguo camerino, los dos se sintieron sorprendidos cuando todo terminó por la furia del orgasmo, de nuevo azorados y sin saber qué decir, se miraron y se echaron a reír sonoramente a carcajadas, el moños se abrochó los pantalones, se dio media vuelta y se marchó cerrando la puerta tras de sí delicadamente como para no despertar sospechas de lo que acababa de suceder ahí dentro, entonces Bruttini se preguntó a sí mismo en la soledad del camerino qué había sucedido y por qué, no entendía nada, a él nunca le habían atraído lo más mínimo los hombres o eso pensaba al menos hasta ese momento, pero lo que había pasado era realmente química, una química arrolladora, aquel hombre había encendido su pasión, había sacado la mujer que el subcomisario Bruttini llevaba dentro, eso era, había hecho sentirse por fin como una mujer completa a la Brutta.


(continuará)



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