lunes, 9 de febrero de 2015

La novela (Un asesino en las calles 100).



100 - La novela.


Al día siguiente no podía ni abrir la puerta de la casa, se imaginó en el fondo de un enorme alud y la casa dentro, se asomó por las ventanas y aquello parecía la luna, todo blanco, desértico, iluminado con una intensa y fría luz cenital, glacial, tenía provisiones de sobra, el congelador estaba hasta los topes de todo, sin problemas pensó, sintiéndose más seguro de que el moños tendría difícil llegar hasta él con esa nevada, pasarían días hasta que las carreteras quedaran despejadas y fueran transitables, los perritos estaban hambrientos así que a falta de otra cosa descongeló una pieza de redondo de ternera que tenía en el congelador y les puso unos deliciosos filetitos propios del más refinado gourmet de ternera a la jardinera, los pobres se relamían de gusto, también les hizo una patatitas fritas, parecía que estaban reviviendo, estaban realmente hambrientos, cuántos días llevarían sin comer los pobres?, se preguntó, mirándoles pensó que debería ponerles un nombre, no les iba a llamar siempre perrito y perrita, de pronto el perrito al terminar su porción de asado se puso a aullar pidiendo más, Carballo se echó a reír, parecía un lobo en medio de tanta nieve por todas partes y aullando, y se dijo a sí mismo: le llamaré Lobito, pero qué nombre ponerle a la perrita?, había un nombre que a Carballo le vino a la mente, la ternera que se estaban comiendo era un estofado a la tailandesa, ése era el nombre exacto de la receta, así que decidió llamarla Thai, como la diosa budista, decididos pues los nombres, una vez hubieron comido entreabrió la puerta del pequeño jardín que acumulaba una cuarta de nieve y salieron a hacer sus necesidades de manera fugaz por el frío, de un brinco se colaron de nuevo dentro y se aposentaron frente a la chimenea, para lo cual Carballo tuvo que subir de nuevo a Thai al salón de la primera planta, Cachemir les miraba desde su cesto, se estiró de placer todo lo largo que era cuando les vio llegar y se incorporó de nuevo al grupo junto a la chimenea para mejor darse calor.
Carballo bajó al escritorio que tenía en la planta baja en un rincón de la cocina comedor, abrió el portátil y se sentó enfrente de la pantalla parpadeante, colocó las manos sobre el teclado, entró en internet, abrió su blog, Las ensoñaciones del paseante solitario, como el libro de su admirado Rousseau, y se quedó pensativo, de repente se le había ocurrido una idea, como un fogonazo, una idea genial como todas las suyas, escribir una novela con el argumento de todas las peripecias que habían vivido él y Bruttini desde que estuvieron en Vancouver con motivo de la investigación del asesinato de Cony, y antes de nada pensó en qué título le pondría a la narración y a la cabeza se le vino llamarla “Un asesino en las calles”, tan grande era su obsesión por el moños que andaría buscándole desesperadamente por las calles de Madrid, a 100 kilómetros y mucha nieve de distancia... (por ahora).

(continuará)

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