En la vida vas llegando poco a poco al vacío, vas perdiendo todo lo que te parecía que ibas a tener para siempre, pierdes la inocencia, la juventud, las ilusiones, los amigos, los amores, la familia, la salud, te quedas solo y al final te mueres.
De entrada esto no lo sabes, si uno fuera consciente y le leyeran algo así al venir a este mundo seguramente se daría la vuelta y se iría, pasaría de entrar en la vida sabiendo lo que le espera al final.
Mientras todo esto sucede uno va luchando porque no suceda, es decir, se resiste a que así sea, pero lenta e indefectiblemente la vida va cumpliendo su plan, su misión, su propósito.
La vida y la existencia se basan en la renovación, el cambio, la evolución, está claro, contra eso no se puede hacer nada, hay un sustrato biológico que al final se extingue y nos arrastra con él, y arrastra igualmente lo que nos rodea.
En esta devastación, en este exterminio, en esta pérdida continua qué podemos hacer.
Nada.
¿Nada?
Nada.
Suena cruel pero así es, con frecuencia vivimos de espaldas a esta cruda realidad, engañándonos, sin querer enfrentarnos con la verdad, vivimos como si fuéramos a vivir para siempre, como si aquello que tenemos lo fuéramos a conservar, incluso la propia vida, por siempre.
Los faraones metían sus tesoros en sus tumbas para llevárselos al más allá, ingenuos pensaban que se los llevarían con ellos y no se quedarían ahí metidos en la tumba hasta que algún saqueador o arqueólogo los hiciera suyos.
Nada es para siempre, y en ese pensamiento hay que centrarse, todo es efímero, tempus fugit.
¿Sabíais ya esto?
¿Erais conscientes de esta faena?
Por si no lo erais os lo recuerdo, no es que quiera ser aguafiestas, simplemente quiero compartir este pensamiento con vosotros y recomendaros que por este motivo os centréis todo lo que podáis en vivir el momento presente y disfrutar de la vida tal cual va llegando.
El canto de un pájaro, las flores del jardín, las nubes, el fluir del río, las olas del mar, la mirada de un gato, el ladrido de un perro, el galopar de un caballo, la ternura de un niño, la mirada de un anciano, la belleza de un joven, el cariño de una madre, el consejo de un padre, la comprensión de un amigo, el amor de tu pareja.
Disfrutar de eso y de todo lo demás intensamente y desde ahora mismo, no os paséis el tiempo deseando lo que no tenéis y sin disfrutar de lo que en este momento tenéis.
Porque todo eso lo vais a perder tarde o temprano, de una u otra manera, os vais a perder hasta a vosotros mismos, vuestra vida.
La pérdida suprema no es perderlo todo sino que todo os pierda a vosotros, desde esa imposibilidad metafísica de ser ahí habrá terminado todo definitivamente.
el paseante
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