Por
fin verano, ya está aquí, ya ha llegado, 30 grados centígrados en los
termómetros, parecía que no iba a llegar nunca, tanta tormenta y temperaturas
frescas eran más propias de otoño que de estar en las puertas del verano, en cada
momento lo suyo, ahora toca piscina, playa, sol, buen tiempo, nada de colores
grises, mejor todo colores alegres, optimismo, vitalidad, energía, ganas de
vivir, renovación, impulso hacia adelante, eso es el verano, vida, juventud,
ilusiones, relax, entretenimiento, diversión, despreocupación, volverse de
nuevo un poco niño o adolescente, recuperar algo de inconsciencia, soltar
amarras y echarse a navegar por un mar en calma perfecta como la plenitud del
estío, una época del año en la que todo parece detenido nada más que por el
efecto óptico de la lejanía de las vacaciones, el tiempo de asueto y el ocio.
El
verano te reconcilia con tu cuerpo que se despereza después de los rigores del
invierno, recupera forma, se suelta como entrenándose para vivir de nuevo, una
vez más, como cada año, su resurgir, su despertar a las sensaciones nuevas y
reconfortantes que el verano trae, los olores de las flores, el sabor de las
frutas, los colores de los paisajes, el frescor del aire, el calor del sol, el
frío del agua del mar, el azul turquesa del cielo, la perfecta iridiscencia de
la pileta de la piscina, las sonrisas, las alegres conversaciones, los
reencuentros con viejos amigos y conocidos, con las tradiciones, los afectos,
los recuerdos, con todos esos veranos felices de la infancia y la adolescencia
que año tras año nos daban nuevo impulso y nos hacían sentir felices con nada,
con esa nada que lo es todo y que por eso mismo no sabemos explicar, esa nada
intangible que acaba siendo más una actitud que una realidad a la que
predispone la estación azul.
Creo
que fue Juan Ramón el que llamó al verano la estación azul, mejor definición
imposible, etiqueta precisa, garantía de felicidad, el azul como color de la
vida, del cielo, del mar, los dos elementos esenciales de la vida, uno respira
el azul del verano y se regenera, ventila los malos pensamientos, las tristezas
salen de uno, nuestro interior se limpia respirando el azul del verano, estando
más cerca de la naturaleza, teniendo más tiempo para disfrutar de la belleza y
para recrearnos en la contemplación de la vida que en verano parece pasar ante
nuestros ojos de una forma diferente, más plácida y hermosa, invitando a la
reflexión, reconfortándonos y reconciliándonos con el mundo.
Lo
dicho, viva el verano una vez más!
El
paseante
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