lunes, 19 de diciembre de 2011

Vuelvo a casa al atardecer (2).


A casa, siempre a casa..., a casa al atardecer, vuelvo.
Vuelvo caminando por las largas avenidas iluminadas de navidad, como en un sueño feliz del que no quiero despertar, es navidad y todo es alegría y buen humor, la gente parece optimista, se miran, se sonríen, hablan, comentan la iluminación, se paran a escuchar a los músicos callejeros o a ver a las esculturas humanas que hay una en cada esquina con un platillo a los pies.
Madrid todo luces, relumbran en ella todas las navidades de mi vida, inolvidables, y todas parecen sólo una, la navidad de siempre repetida, la navidad que todos llevamos en el corazón desde antes de nacer ya.
Hay una continua procesión de gentes que vienen y van sin rumbo y vuelven a pasar por los mismos lugares que antes, y vuelven a asombrarse igual que lo hicieron antes, hace un rato, hace un año, cuando eran niños.
Madrid inagotable, poliédrico, caleidoscópico Madrid, variedad infinita de si mismo repetida una y otra vez de diferente manera, siempre diversa e interesante y siempre igual, y por eso mismo más interesante aún.
Y deambulo como un paseante más, porque Madrid se llena de paseantes en navidad, de paseantes solitarios, de paseantes acompañados, pero todos con sus ensoñaciones, cada uno con las suyas propias en la cabeza, tal vez Rousseau se inspiró para escribir su libro en Madrid, deberían poner una placa en la Puerta del Sol o en La Cibeles, en algún lugar, que dijera: en Madrid se inspiró el gran filósofo Jean Jacques Rousseau para escribir su libro Las ensoñaciones del paseante solitario.
Con el tiempo, algunos siglos después, habría de llegar otro paseante, también solitario y ensoñador, a contar todo esto y escribirlo en un blog.
¿Hubiera Rousseau escrito su libro en un blog si hubiera podido?
Seguro que sí.
El blog de Jean Jacques...
Yo soy el Jean Jacques del siglo 21 de Madrid, el jacobino, revolucionario, profeta de todos los atardeceres, augur de todos los amaneceres.
Me quedo con Madrid, me pierdo por Madrid, y exhausto salgo del círculo de luz de Madrid y llego a las largas, a las altísimas arboledas, y deambulo por ellas perdido, demorando la hora de llegar a casa por ver si llega algún platillo volante y me lleva hasta el espacio, a ver Madrid desde la estratosfera brillar como una constelación de estrellas que perdidas en el universo esperan siempre el regalo de la felicidad.
el paseante

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