sábado, 10 de diciembre de 2011

Cae la tarde y llega la noche, se levanta la luna en el cielo...





Cae la tarde y llega la noche, se levanta la luna en el cielo como un globo de plata y va sumiéndose todo en una oscuridad fría.
A lo lejos se ve la ciudad, tendida, como acostada, parece estar acurrucándose en su lecho, rodeada de montañas en la inmensidad de la meseta.
Empiezan a encenderse todas las luces, tímidamente al principio, una a una, y luego decididas comienzan a resplandecer todas como en cascadas de colores.
Un nuevo sol ilumina la ciudad, un sol de neón que resplandece entre las fachadas de los edificios, por entre las calles, en las grandes avenidas, en los últimos rincones, las plazas, los más recónditos confines de la ciudad.
La ciudad bosteza con todas sus bocinas, con todas sus músicas, con todas sus conversaciones, como un animal prehistórico que sólo quiere ya, a esta hora del día, dormir, descansar, olvidarse de todo.
Pero por encima de este animal dormido hay millones de personas que no paran de moverse, de ir de aquí para allá, sin dejarla dormir apenas.
Pero luego, más tarde, cuando la luna empieza a alcanzar el punto más alto, entonces todos nos vamos a dormir, y llega el momento mágico en que la luna comienza a dialogar con la ciudad bajo la atenta mirada de las lejanas montañas que silenciosas cuidan de que todo siga en calma.
Entonces la luna le pregunta a la ciudad cómo van las cosas por ahí abajo, y la ciudad responde que no muy bien, que más bien las cosas van mal, que estamos en crisis, que los seres humanos estamos en crisis, a nivel mundial y en Madrid también.
La luna le pregunta a la ciudad que por qué estamos en crisis y la ciudad no le sabe responder y dice: cosas de la economía, ¿y qué es eso?,  pregunta la luna, que sólo sabe de romanticismo y de declaraciones de amor.
Pues eso parece ser algo muy serio y con mucha influencia en los asuntos humanos.
Y entonces la luna sonríe con su aura de plata, y con su glauca luz que ilumina ya toda la ciudad responde que no hay nada más importante en los hombres que su corazón, y que no hay dinero ni economía que pueda con eso, y que si los hombres están en crisis es por haber vivido dando la espalda a las cosas del corazón.
Tú siempre tan romántica luna, le responde la ciudad medio bostezando y vencida ya por el sueño, tú siempre tan romántica luna..., y se queda dormida.
A la mañana siguiente la ciudad se despierta y apenas se acuerda de la conversación que tuvo con la luna y piensa que todo debió ser un sueño, y sigue acogiendo ese mundo de prisas, de falsas quimeras, de ilusiones materiales y de infelicidad, que apresa a los hombres de manera implacable un día más.
Pero la luna sabe esperar su momento y sabe que volverá a reinar en el corazón de los hombres algún día y que los hombres volverán a ser felices.

el paseante

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