viernes, 23 de diciembre de 2011

Hay una carta para ti.



Estoy preocupado por ti, sabes, noto que no estás bien, yo soy como tu madre, noto esas cosas aunque pretendas negarlas y aparentar lo contrario.
Sé que en nochebuena vas a sentir la soledad, aunque nos cuentes a todos que estarás con la familia, aunque con ellos estés de una u otra manera, al final sentirás la soledad, porque aunque estuvieras acompañado te vas a sentir en soledad sin mi.
Y es que que sin mí no eres nada, no existes, no puedes ya ser feliz, es la maldición de haberme conocido, te he amargado la soledad, ya no podré salir nunca de tu cabeza porque, desengáñate, estamos hechos el uno para el otro, es algo predeterminado por la naturaleza, algo como el curso de las mareas, las fases de la luna o la órbita del sol.
Es algo como las constelaciones de estrellas, como el cauce de los ríos, como las elevadas cimas de las montañas, algo escrito por Dios en el universo, como las simas profundas del mar.
Puedes resistirte a mí, hacer que me ignoras, que no te importo, que no existo, que no soy nadie para ti, pero al final no eres sino víctima de tu propia trampa.
Te niegas toda la felicidad que tendrías estando a mi lado, ¿y para qué?, para al final brindar con el vacío de tu vida esta nochebuena, y para que el jamón y los langostinos te resulten insípidos al no estar yo junto a ti.
Yo que doy sabor al mundo, yo que por ti levantaría todo un universo sólo para los dos, yo que te amo, como tú me amas a mí, lo quieras o no, te lo reconozcas o no.
Bueno, llega la hora del adiós, que seas feliz, te lo deseo de corazón aunque sé que es imposible que seas feliz sin estar a mi lado.
Al menos procura llevar una vida tranquila, vivir la vida en calma, eso te deseo, porque, creo que debes saberlo, de tu felicidad depende mi felicidad, de tu vida la mía, y de tu amor mi deseo.
Y nada más, feliz noche, y brinda por mí aunque sea en silencio...

el paseante

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