lunes, 12 de diciembre de 2011

El río de mi pueblo.


La foto la hice sentado con el perrito junto al puente sobre un lecho de hojas caídas de los árboles que nos mullían al perro y a mí como entre algodones.
Lobi quería beber agua del río pero la orilla allí tiene mucha inclinación, intentaba acercarse y yo le decía: te vas a caer, ven aquí.
Pero él volvía a intentarlo una y otra vez, yo le repetía lo mismo, y volvía a mí, me ponía las patas encima, me manchaba, y volvía a intentarlo.
Decidí hacer esta foto y quedó preciosa, toda en tonos pastel, parece un cuadro de Ingres.
En el río flotaban los membrillos que en esta época caen de los árboles y son arrastrados por la corriente hasta quedar embalsados entre unos troncos que colocan los sabios huertanos.
Olía el aire al perfume de los membrillos ya maduros del otoño.
Mi pueblo es de una belleza celestial, es como el paraíso terrenal, algo que no es de este mundo.
Igual que yo, igual que el paseante, celestial.
Besos,
el paseante

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