lunes, 19 de diciembre de 2011

La película de la semana. Le bal. Ettore Scola.



Pues no me acuerdo de nada.
Me la recomendó mi padre que es un gran cinéfilo de toda la vida, me dijo: he visto una película que no te puedes perder.
Cuando mi padre me dice eso no lo dudo, me voy inmediatamente a verla, y no falla, siempre me gusta, o mejor decir, me entusiasma.
También me dijo que en la película no pasaba nada, pero que por eso mismo era genial.
Es un día en una academia de baile, nada más, sin argumento, personajes, sin nada especial, sólo música, bailes, la actividad de la academia de baile durante un día, pero no como un reportaje sino como si el espectador fuera una de las paredes y estuviera contemplando todo sin más.
Las películas en las que no pasa nada son las mejores, las más sugerentes, te sientes reflejado en ellas porque son como la vida, en la vida tampoco pasa nada y pasa todo a la vez.
Pero claro sólo un director genial es capaz de alcanzar esa maestría, esa sutileza, esa sensibilidad.
Dejar despojada la película de guión, de actores protagonistas, de mensaje, de significado, de intención, dejarla abierta a que sea el espectador quien la complete, la interprete, la haga suya, la sienta como una parte de él, es algo único en el cine, una habilidad rara de encontrar, por ese motivo es una película imprescindible, por su originalidad y su significado.
Uno sale del cine con una media sonrisa entre los labios, cuando una película es puro arte, uno sale así del cine, reconfortado con la vida, como caminando varios metros por encima del suelo, como con alas, es la cualidad que tiene el arte cuando es verdadero, el efecto catárquico y purificador.
Digo, uno sale del cine..., bueno, así salí del cine cuando ví Le bal, y así salía del cine cuando era un cinéfilo empedernido y no podía dejar de ir al cine varias veces por semana, era adicto al cine, creí que nunca me iba a curar de mi adicción, con películas como ésta mi adicción en lugar de disminuir se incrementaba.
Pero un buen día todo cambió, se dejó de hacer buen cine y mi adicción desapareció como por arte de magia, hace años que no he vuelto a ir al cine...
Abrazos,
el paseante

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