martes, 20 de diciembre de 2011

Ahora trabajo en un hospital.

La magia de la arquitectura.

¿Es la arquitectura una de las bellas artes?


No, tranquilos, no soy médico, ni enfermero, ni comadrona, ni nada parecido, ni siquiera soy paciente o enfermo, al menos por ahora.
Se trata de un antiguo hospital, el hospital de jornaleros, conocido como el hospital de Maudes.
El edificio visto desde fuera es como un castillo, todo sillares de piedra caliza sin pulir y lleno de almenas y torreones por todas partes, rodeado de un muro que más parece muralla, y lleno de rejas.
También tiene una iglesia que vista desde fuera parece una catedral por las dimensiones.
Tiene el edificio forma de cruz griega, con cuatro enormes naves o alas en torno a un patio central de inspiración romántica.
Dentro está rodeado de jardines, y en el patio central luce una fuente octogonal que es como el corazón del edificio, su centro.
El edificio es de principios del S. XX, obra del famoso arquitecto Antonio Palacios, del cual son los edificios más bellos y emblemáticos de Madrid, como el Palacio de Comunicaciones, hoy sede del Ayuntamiento, el edificio del Banco Central en la calle de Alcalá, hoy sede del Instituto Cervantes, el Banco de España, el Círculo de Bellas Artes, entre otros.
Se nota la mano de un buen arquitecto sobre todo desde dentro, uno se siente bien en el espacio, las dimensiones, las proporciones, la luz, los colores, las perspectivas, todo es armonía, los sentidos lo perciben y el espíritu respira el oxígeno que le brinda tanta belleza.


La decoración interior está protagonizada por azulejos, esmaltes, cristaleras, escaleras de forja, cúpulas de cristal, arcos, bóvedas, galerías, enormes ventanales, vidrieras de colores.
Desde dentro el edificio, al recorrer sus largas y circulares galerías acristaladas a ambos lados, que dan a jardines interiores, transmite la sensación de estar uno dentro de un animal fantástico, mitológico, algo así como una enorme, descomunal mariposa, que estuviera luchando por despegar de la tierra, salir de la crisálida, y levantar el vuelo, pero da la sensación de que no pudiera hacerlo, tanta piedra la mantiene anclada a la tierra, mientras que las alargadas superficies de cristal que se elevan hacia el cielo parecen invitarla a volar.



Los colores interiores del edificio parecen los de las alas de una mariposa, árboles, setos, cristaleras de variados colores, esmaltes, azulejos. Y sobre todo ello, el intenso azul del cielo de Madrid colándose como una cascada dentro de todo el edificio a través de sus altas galerías acristaladas, llenándolo todo de una luz azul.



A veces parece estar uno dentro de una nave espacial que volara sobre el cosmos, es tanta la ligereza, la sensación de livianidad que transmite el edificio que parece fuera a levantar en vuelo con todos dentro en cualquier momento, lo que digo, como una mariposa que fuera a aletear repentinamente y marcharse de aquí.
Delicadeza evanescente de cielo, cristal y aire, armonía viva, celeste laberinto, corredores de perspectivas ilimitadas en las que la imaginación se proyecta hacia el infinito.


El edificio te atrapa, te enamora, te hace suyo, al primer golpe de vista, y no te puedes resistir, ni escapar, te hechiza.
Todo el edificio desprende magia, misterio y romanticismo, parece un decorado para representar una ópera, algo fantástico, inventado, irreal e imposible.
Un mundo de caballeros andantes y de princesas, de romanticismo, de declaraciones de amor en sus jardines, de poesías declamadas a la luz de la luna.
Paseante de sus galerías, ensoñador de sus perspectivas, solitario habitante de su mundo encantado, príncipe de cuento, señor del castillo, eso soy.

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En conclusión, creo que sí, que la arquitectura es una de las bellas artes sin duda, además es la que mayor influencia tiene en nosotros en el día a día, sobre más personas y durante más tiempo, no en balde pasamos dentro de los edificios la mayor parte de nuestra existencia.

el paseante

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