lunes, 19 de diciembre de 2011

Carmen Mecerreyes Giménez. Semblanza.


Carmen no es un ser humano, es una esfinge, cuando estuve en Egipto y vi la esfinge de Gizeh, pensé: ¿qué hace Carmen aquí?
Allí estaba ella en medio del desierto sonriendo al infinito.
Ella está en cualquier lugar, en cualquier momento, siempre, es intemporal, pervive por encima de las civilizaciones, la historia, es eterna, inmortal.
Tiene la sonrisa más bonita que he visto jamás, su sonrisa ilumina la Gran Vía, siempre se lo digo, y es que ella es muy chic, se pasa la vida tomando martinis en la Gran Vía o en la cubierta de los yates de recreo.
¡Menuda vida se pega!
No es alcohólica, en absoluto, es chic.
Todo en ella es chic, su sonrisa, su forma de ser, de hablar, su manera de vestir, tiene un estilo propio e inconfundible, es, en definitiva, una mujer de mundo.
Aparte de esto es una intelectual de tomo y lomo, yo sospecho todo lo que sabe por lo que calla más que por lo que habla, porque ella es muy hermética, como buena esfinge que es, se limita a sonreír como la Gioconda, lo dicho, que es un misterio.
Por lo demás decir que con ella no necesito hablar, lo cual, teniendo en cuenta que ella no habla, ayuda mucho en la comunicación, porque mantenemos una comunicación ultrasensorial, paranormal, metafísica, telúrica.
Es socióloga, pero da igual, es una esfinge, con una sonrisa preciosa, que toma martinis en la Gran Vía y en la cubierta de los yates de lujo.
Cuando sonríe se le ilumina el alma, todo brilla y es hermoso.
Y siempre sonríe aunque esté triste, no puede parar su sonrisa, tiene un detonador automático, como un resorte que ella no puede parar.
Bueno Carmen, Carmelonidas, mi  Mece, my Reynolds, Reinolona, que de todas esas maneras te llamas.
Gracias por tu paciencia, y agradéceme la mía contigo también, ¿o no?
Un beso,
el paseante

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