martes, 13 de septiembre de 2011
La gaviota enamorada
La Gaviota enamorada
Gaviota, suave tu plumaje como la seda y blanco como las nubes me trae cada invierno el recuerdo de la primavera.
¿Eres
siempre la misma gaviota? Me pregunto y me respondo que sí, porque me
conviene, a mi alma le conviene tenerte como amiga y que regreses a
verme un invierno más.
Hablo
contigo hablando conmigo. Me miras y te miro, te hablo y me miras,
pareces escucharme, pareces entenderme, como nadie nunca antes me
entendió, a través de ti me descubro, a través de ti me conozco, a
través de ti soy yo como nunca antes he sido, sólo yo.
Cuando levantas el vuelo mi alma vuela junto a ti y acaricia las nubes y se ilumina con los dorados rayos del sol.
Gaviota,
gaviota mía, que ni nombre tienes ni nombre necesitas, te quiero, y qué
raro me suena decirte esto, pienso en si tú tal vez me quieres también,
y miro tu reflejo sobre el agua quieta del mar alejarse en un vuelo
suspendido en el aire que parece no avanzar nunca.
¿Volverás de nuevo?, te pregunto.
Tal
vez, me contestas, y pareces con tu vuelo de cometa de niño, caprichosa
y veloz, alejarte para regresar al instante, acariciándome el alma con
el fulgor de tu corazón que me dice siempre que tú me quieres también.
¡Gaviota!, haz brillar en el cielo toda la luz de la dicha para que el mundo despierte de nuevo al amor!
Y ámame, para que tu amor sea al alimento de mi amor.
Gaviota, te quiero.
Gaviota, mi amor.
José Ramón Carballo
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