Realmente no sé si me gustó o no me gustó, tiene momentos
logrados y otros muy flojos, el planteamiento y el desarrollo son originales,
no es fácil abordar algo así como una biografía sobre el escenario, el
resultado es ilustrativo, ameno, fácil de ver, entretenido, pero le falta algo
sustancial, emocionar, no acaba de llegar, no acaba de calar salvo en momentos
puntuales desbaratados por otros francamente eliminables como la escena del
marido boxeador y la de Marlene Dietrich, que son una patada de banco, como
suele decirse.
Los actores excelentes, según su papel es su grado de
lucimiento, pero francamente muy destacables, la puesta en escena eficaz , los
momentos musicales bien intercalados y bien elegidas las melodías. Pero
tratándose de Edith Piaf uno esperaría cierto éxtasis, y no se da demasiado.
La obra es un tanto psicoanalítica, individual, familiar,
colectivamente también al tratar el tema del mito, de su necesidad por la
sociedad, ok, de acuerdo, pero todo eso es infinitamente menos interesante que
la artista en sí misma, en su esencia, o por mejor decir, infinitamente menor
que su arte, y es su arte el que queda desatendido a favor de su biografía, de
acuerdo que lo uno influyó en lo otro pero me quedo con la consecuencia fuera
cual fuera la causa, sobre un escenario prefiero contemplar la grandeza de la
Piaf, no sus miserias.
Eso es lo que me pasó al contemplar la obra, al salir no
sabía bien qué me pasaba, el planteamiento general de la obra era efectivo y
ciertos momentos rozan la magia del arte de Edith Piaf, pero la obra en sí, en esencia, se le queda
pequeña, desenfocada, por encima de todo un artista, un gran artista no es
tanto él como su obra, o diría aún más, su obra es él más que él mismo, le
transciende, y en la representación eso queda apuntado pero no profunda y
absolutamente reflejado como debería.
El paseante
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