Creo que cuando dejan de contar con uno en el ámbito que sea
uno debe saber aceptarlo primero y marcharse después, aprender la lección de lo
que pasó para el futuro, no seguir llamando a la puerta que se nos cerró, mirar
a otro lado y cambiar de meta, porque no hacerlo sería enfermizo, una especie
de malsana obsesión que nos impide seguir el proceso de la vida y descubrir lo
nuevo que nos habrá de llegar, y descubrirnos a nosotros mismos en las nuevas
circunstancias que viviremos evolucionando, enriqueciéndonos en definitiva,
bueno, esto es lo más recomendable aunque reconozco que no es fácil llevarlo a
cabo en ocasiones, depende de lo obcecado que sea uno y cómo tenga amueblada su
vida en las diferentes facetas que la componen, si uno carece de otras
perspectivas o es incapaz de generarlas entonces surge el problema de quedarse
enganchado a la melancolía de la pérdida y al afán por recuperar lo perdido.
En el amor por ejemplo el despecho es mortal, los más
brutales y crueles asesinatos tienen en su origen el poder aterrador del
despecho, esa crueldad ininteligible y aterradora sólo desde la perspectiva de
su autor y de sufrimiento tiene sentido, ante su destrucción quiere destruir,
ésa es su justicia, y no sólo destruir sino hacerlo cruelmente para quedar por
encima y reafirmarse en una personalidad que quedó destruida por el desaire
amoroso, dar la lección en definitiva a quién le produjo la herida del desamor.
No debemos construir nuestra identidad en función de nada ni
de nadie, debemos siempre intentar ser nosotros mismos, independientes y
autónomos, maduros, responsables de nuestros actos y respetuosos con los de los
demás, y, sobre todo, aceptar la realidad, saber nuestros límites.
Hay que ser resistente a la soledad, el aburrimiento, la
falta de cariño, de amor, la traición, la indiferencia, el egoísmo, la envidia y la crueldad ajenas, estar preparado para
todo y no sólo para lo bueno porque la vida nos habrá de traer de todo,
sufrimiento, enfermedad y muerte incluidas, al final la vida es todo eso aunque
no sólo eso, pero según deja uno de ser joven la vida se va complicando y uno
va perdiendo energía para remontar y luchar de nuevo por conseguir de nuevo lo
perdido, uno va cayendo en cierto desaliento porque va perdiendo la ignorancia
que hace ser optimista y se va convirtiendo en una persona bien informada,
demasiado bien informada como para no saber el mal negocio que es en definitiva
la aventura del vivir en ocasiones y casi siempre al final.
Otra cosa es engañarse, lo he vivido y experimentado, la
falta de aceptación de la realidad y las falsas quimeras, las fantasías hacen
que pretendamos vivir inconscientemente en mundos inventados, fantasías que nos
impiden llevar una vida auténtica.
El paseante
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