Una noche en la
ópera.
Es
otra de la viejas películas que tengo en la casa del
pueblo, aprovecho para verlas las tardes de los sábados, tiene algo de
ritual
el ver estas antiguas películas en el viejo video en la buhardilla
mientras
fuera cae la tarde y se van primero encendiendo vivamente y luego
apagando
lentamente los colores del paisaje, como si se tratara de un cuadro
animado.
Esta película me la encontré junto con
otras en un contenedor
de basura, soy un poco trapero, tal vez tengo algo del famoso síndrome
de Diógenes,
el tiempo lo dirá, en este caso había tiradas en el contenedor una buena
colección de películas clásicas, pasé, miré, me llamaron, a mí las cosas
me
llaman, me saludan, me hablan, las cosas para mí tienen vida, tienen
ánima, son
animadas, nunca mejor dicho, y no inertes como cree casi todo el mundo.
Volviendo
a la película, disparatada película, con un humor
que hace pensar, que refresca la mente en estos tiempos que corren tan
duros,
verla me hizo recordar mi niñez, cuando la vi por primera vez en algún
Especial
Vacaciones de la Televisión, y también recordé mi juventud, cuando la
volví a
ver en mi añorado Cinestudio Griffith de la orilla del río Manzanares,
ese
lugar tan evocador y romántico para encerrarse a ver buen cine y vivir
con la
imaginación todas esas aventuras de las películas.
El
Cinestudio Griffith y sus ciclos, sus maratonianas
sesiones, su olor a gato, y sus butacas desvencijadas en las que uno no
sabía
cómo colocarse después de tantas horas de cine, de frío y de calor, y de
humo
porque hasta se podía fumar en aquella vieja sala de cine de barrio.
Y
Groucho en la pantalla, ayer como hoy, Groucho inmortal,
eterno, Groucho provocando, sacando a la luz todo el poder de la verdad,
de la
verdad cruda del disparate absurdo de la sociedad, las conveniencias, y
las
falsas apariencias.
La película es una comedia
musical, tierna y romántica,
humorística, incluye la famosa escena del camarote y la también famosa
del
contrato, la parte contratante de la primera parte y todo eso…,
hilarante,
también hay canciones muy románticas y hasta escenas de ópera, y una
millonaria
objeto de las bromas absurdas de Groucho.
Por
cierto, alguien sabe si el mudo de los hermanos Marx era
realmente mudo, lo que sí era es divertidísimo, da un contrapunto de
payaso
disparatado que es como la otra cara de la película, como un paréntesis
dentro
de la película, y qué decir de Chico y sus reflexiones tan obvias y tan
por eso
mismo inconvenientes y transgresoras.
Los
hermanos Marx ponen patas arriba todo en esta divertida
película que gana con el paso del tiempo por tratarse de un ejemplo de
cine
atemporal que habla directamente al alma de cualquiera, y en concreto al
niño
que todos llevamos dentro.
El paseante
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