Seguramente
la visión más poderosa de aquellos veranos sea ésa, el inmenso globo de intensa
luz amarilla que caía lentamente desde lo alto hasta tocar la línea del mar y
desaparecer tras él en su oscuridad inundando el mar de un brillo plateado
lleno de destellos, mientras contemplaba aquel espectáculo y saboreaba mi
copita de ron llamada por teléfono a Madrid y volvía así a conectar con el
mundo real, algo que no deseaba hacer demasiado pero que sin embargo debía
hacer.
El paseante
Es que Madrid e Ibiza se conectaban a través tuyo. Ni la pereza impedía que vieras ponerse el sol hasta el último segundo.
ResponderEliminarUps.... es la luna lo que publicaste. igual: no dá trabajo ver la luna en las Baleares.
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