jueves, 15 de diciembre de 2016

Teléfono. Poema.



Teléfono

Sonabas con timbrazos sonoros intermitentes
Difícil no escuchar tu voz destemplada e imprevista
Había que correr rápido para alcanzarte antes de que callaras
Parecías un ser animado, dotado de cierta inteligencia, un robot
Descolgaba el auricular y alguien hablaba, conocido o desconocido
Luego había una conversación, breve o larga, según, un adiós y se colgaba
Hasta aquí todo bien, el problema era esperar algo de ti que no llegaba
Una llamada para un trabajo, una cita de amor, una llamada de un ser querido
Había llamadas difíciles siempre y llamadas fáciles que se volvían difíciles
Llamadas por cumplir, de cortesía, sin verdadero interés, por guardar las formas
Luego estaban las llamadas que uno hacía, en ocasiones la línea estaba ocupada
Había que estar en casa para atender tus llamadas, había que estar pendiente, sin despistarse
A veces no sonabas nunca durante demasiado tiempo y cuando sonabas era un desconocido
En ocasiones la línea se averiaba y había que llamar desde otro teléfono para dar aviso
Eras un milagro, algo de mágico tenías, de niño mi madre me decía: descuelga, y yo temblaba
Hablar con alguien a quién no ves, cuya cara no contemplas, cuyas expresiones desconoces
Hablar muchas veces por hablar, por llenar el vacío y distraerte, y no saber bien cuándo colgar
Cortar la conversación, poner fin a un diálogo que sucedía entre dos ausentes
Nunca me entusiasmaste, parecías un carcelero de mis emociones, mis sentimientos, un dictador
Mucho de mí tenía lugar a través de ti y eso me volvió neurótico contigo
Algunas de mis más amargas lágrimas cayeron junto a ti, esperando algo imposible que nunca llegó
Esperando quizás un mundo diferente para el que parecía tú tenías poderes
Pero para el que en realidad eras impotente mientras me sonreías con tu boca llena de números
Llena de circulitos que giraban en una esfera y con un número escrito en el centro
El indicativo de mi geoexistencia, la referencia de quién me buscara, el desagüe final de mi vida
Conservo las agendas llenas de números como el tuyo de personas que se perdieron de mi vida
Con enmiendas, tachaduras, borrones, conservo todo aquello como un flaco favor a mi memoria
A mi desmemoria, a mi desventura, y en todos esos números y nombres veo el gráfico del entonces
Como en una arqueología caótica voy descubriendo que todo anhelo fue inútil, fugaz, absurdo
Y que la única persona con la que debía haber estado siempre en comunicación era una sola en realidad
YO

José Ramón Carballo
15 de diciembre de 2016


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