jueves, 25 de abril de 2013
La lectura del fin de semana. El proceso. Franz Kafka. 1925.
Franz Kafka
El proceso (fragmento)
" Era un largo pasillo al que se abrían algunas puertas toscamente construidas que daban paso a las oficinas instaladas en el piso. Aunque en el pasillo no había ventanas por donde entrara directamente la luz, no estaba completamente a oscuras, porque algunas oficinas, en lugar de presentar un tabique que las separara del corredor, tenían enrejados de madera que llegaban hasta el techo, a través de los cuales se filtraba un poco de luz, y podía verse a unos cuantos funcionarios, que escribían sentados a una mesa o que, de pie junto al enrejado, miraban por sus intersticios a la gente que pasaba por el corredor. En el pasillo no se veía a muchas personas a causa, seguramente, de que era domingo. Todas tenían un aspecto muy decente y estaban sentadas a intervalos a lo largo de una fila de bancos de madera dispuestos a ambos lados del corredor. Había dejadez en el vestir de aquellos hombres, aunque a juzgar por su fisonomía, sus maneras, su corte de barba y otros pequeños detalles imponderables, pertenecían obviamente a las clases mas altas de la sociedad. Como en el corredor no existían perchas, habían dejado sus sombreros sobre los bancos, siguiendo posiblemente cada uno de ellos el ejemplo de los otros. Cuando los que estaban sentados cerca de la puerta vieron venir a K. y al ujier, se pusieron de pié cortésmente, visto lo cual sus vecinos se creyeron obligados a imitarles, de modo que todos se levantaban a medida que pasaban los dos hombres. Pero ninguno de ellos se ponía derecho del todo, pues quedaban con las espaldas inclinadas y las rodillas dobladas dando la sensación de ser mendigos callejeros. "
miércoles, 24 de abril de 2013
El chiste de la semana (2). El traje a medida.
Un hombre lleva muchos años ahorrando para hacerse un buen traje a medida, su primer traje. Pero después de usarlo durante una hora se da cuenta de que hay algo que está mal, y vuelve al satre.
- Las mangas son muy largas.
- No se preocupe. Extienda los brazos y dóblelos por el codo.
- Pero el pantalón es demasiado largo.
- Es cierto. No se preocupe, camine con las rodillas dobladas.
- Pero el cuello es muy alto, me llega a la mitad de la cabeza.
- Bueno, estire más el cuello.
De modo que el hombre sale a la calle con su primer traje hecho a medida. Cuando pasa por delante de una pareja, la mujer dice:
- Pobre hombre, debe haber tenido poliomelitis.
- Sí -responde el marido-, pero debe de tener un sartre magnífico porque el traje le queda a la perfección.
Osho
No tienes nada que perder
Mis conversaciones con Woody (22). Live together.
-
Woody, me has puesto en un aprieto, sinceramente
no sé qué contestarte, por un lado sería interesante vivir juntos,
enriquecedor, pero tal vez demasiado intenso, yo soy muy solitario, y por otro
lado creo que somos diferentes en algunas cosas que podían hacer la convivencia
algo difícil.
-
¿Por ejemplo?
-
Tú eres más sociable que yo.
-
Bueno, pero si no nos vamos a casar, que cada
uno haga su vida.
-
Eso es fácil decirlo ahora pero luego surgen
problemas si quieres llevar gente a casa o regresas tarde, no sé, creo que
acabaría siendo como tu padre.
-
Pues no lo seas, no seas como mi padre.
-
Pero eso no puedo evitarlo, va con mi forma de
ser, igual que tú tiendes adoptar el rol de niño yo tiendo a adoptar el rol de
padre.
-
Veo que no te hace mucha ilusión lo de vivir
juntos, déjalo, no hay problema, no le des más vueltas.
-
Ves, ahora mismo estás haciendo que me sienta
culpable, es a esas cosas a las que me refería, tú tiendes a adoptar el rol de
víctima y yo soy muy compasivo, excesivamente compasivo y protector por lo que
acabarías abusando, se trataría de una relación muy desigual, se acabaría
distorsionando nuestra amistad.
-
¡Madre mía, cómo tienes todo de estudiado!
-
No es eso, simplemente que creo te conozco un
poco.
-
Ya.
-
¿Estás enfadado?
-
Bueno, la verdad es que me siento algo
decepcionado, si te pedí que viviéramos juntos es porque para mí eres alguien
muy importante.
-
Lo siento, no he querido herirte, ¿seguimos
siendo amigos?
-
Claro.
-
Sé que te has enfadado, lo noto, perdóname.
-
Que no me he enfadado.
-
Bueno, mira, se me ocurre una idea, podíamos
hacer una prueba, vivamos un tiempo juntos y si da resultado seguimos y si no
lo dejamos y seguimos como hasta ahora.
-
Pero lo dices de verdad, ¿ no lo haces a la
fuerza?, ¿no lo haces porque me haya sentido dolido con tu respuesta?, ¿no lo
haces por pena?
-
No Woody de verdad, si yo te quiero mucho,
probemos.
-
¡Qué ilusión me hace jr!, ¡Muchas gracias! Verás
como todo sale bien.
-
Eso espero.
-
Pero anímate jr.
-
Si estoy animado.
-
Ya lo veo…
-
De verdad.
-
Veras jr, voy a hacer todo lo posible para que
seas feliz a mi lado, estate preparado…
(continuará)
El paseante
martes, 23 de abril de 2013
El cuadro de la semana. Chemin de la Machine, Louveciennes. Alfred Sisley. 1873.
Si quisieramos dar una lista de figuras representantes del
impresionismo puro y esencial, sin interferencias de otras corrientes, dicha
lista terminaría por reducirse a tres nombres: Claude Monet, Camille Pissarro y
Alfred Sisley. Las pinturas que Sisley realizó en el pequeño pueblo de
Louveciennes son quizás sus mayores logros, y esta simple pero poderosa
composición es buena prueba de ello.
La crisis y yo.
La crisis y yo.
Ya empiezo a estar harto de tanta
crisis, pensé que esto iba a durar menos, está durando demasiado, empieza a
poner mi paciencia a prueba, y mis nervios están un tanto exaltados, empiezo a
perder el temple, la compostura, el comedimiento.
¿Tanta crisis para qué?
Me pregunto.
Y no obtengo respuesta.
Vino a visitarnos al comienzo
tímidamente, se pasaba por casa alguna tarde y se quedaba a hacernos compañía
durante un rato aunque no se lo hubiéramos pedido, no se daba por enterada
cuando le hacíamos notar que sobraba, que no era santo de nuestra devoción, ni
visita grata.
Le dio igual, sus vivitas fueron cada
vez más frecuentes y cada vez más largas, invadió la casa y al final nos echó
de ella, crisis, maldita crisis, yo te maldigo crisis.
Me has hundido la vida, los planes,
la tranquilidad, la felicidad, eres algo insustancial, sin cuerpo, etérea, pero
más pertinaz y tozuda que una vaca de la India, encima sagrada, sí, sagrada, la
sagrada crisis es inviolable, intocable, santa, incuestionable, inamovible,
inmutable, imperturbable, todo es incertidumbre menos tú, realidad
intangible, escurridiza, y única.
Y todo está en crisis, te extiendes como
una mancha de aceite, vaya donde vaya, haga lo que haga allí apareces,
agazapada en algún gran o pequeño detalle, y poco a poco has calado dentro de
mí y te llevo en el alma como una pringosa excrecencia del sistema capitalista
que a veces suelta esta pesada hormona de la crisis que nos deprime, nos
esclaviza a ser tristes sombras de los que éramos.
No sé bien qué decir, estoy un tanto
traumatizado, no creí que a estas alturas de mi vida fuera a pasarme algo así,
estaba preparado para que todo continuara igual, a que continuara rodeándome la
prosperidad, la alegría, el optimismo, la vitalidad.
Esta tristeza de la crisis es como un
envejecimiento súbito, una vuelta a empezar desde cero pero con el ánimo caído
en la desesperanza.
Y es imposible escapar, los pobres en
el metro, el paro, los recortes, los comercios cerrados, el fin del estado de
bienestar, la ruina, la decadencia, el sobre, el sobresueldo, la mordida, la
injusticia.
Uno trata de levantar la vista y no
sabe dónde mirar, a qué agarrarse, a quién echar mano, las altas instancias han
entrado en crisis igualmente y no en una crisis económica, ellos de dinero
andan sobraos, sino moral.
¿Dónde acabaremos? ¿Qué pasará?
No lo sé, lo desconozco, y carezco de
inventiva suficiente para tratar de averiguarlo, enfangado con la crisis,
apenas logro chapotear e intentar agarrarme a algo para evitar hundirme aún
más.
El paseante
La película de la semana. Dans la ville blanche. Alain Tanner. 1983.
Esta película me hizo descubrir Lisboa, aún no había ido allí, me parecía algo modesto, cercano, poco tentador, nada que ver con París, Roma, Londres, sin embargo a través de la película pude comprobar que tenía algo que estas ciudades no tenían, una magia especial, una suavidad, una ternura, una deliciosa y dulce melancolía.
La melancolía, algo tan portugués, tan galaico, tan mío, conecté con Lisboa a través de la melancolía, la decadencia, la saudade, y luego llegó Pessoa, tan presente en la película, como un fantasma que insuflara vida a las imágenes, Pessoa y su Libro del desasosiego, y adopté a Pessoa como mi alter ego, me sentí tan próximo a él y a Lisboa que durante mucho tiempo me sentí como la reencarnación madrileña de Pessoa, nada que ver Madrid con Lisboa, a Madrid le falta el agua inmensa que invade Lisboa como si pretendiera anegarla totalmente sin conseguirlo nunca, y a mí me faltaba por aquel entonces algo de tristeza para llegar a ser Pessoa, pero conectaba muy bien con él, sus pensamientos se parecían tanto a los míos...
Igual que con Bruno Ganz en la película, me parecía tanto a él, yo también quería ya entonces perderme del mundo en una ciudad blanca, vivir sin más, vivir sin afanes, sin querer ser nadie, siendo nadie día tras día, dejando de ser yo para ser todo de una vez por todas, y en ese éxtasis total de la vida morir, sí morir, ¿por qué no?, si hay que morir mejor en la cima de la comprensión, la iluminación, el conocimiento, mejor en Lisboa, ¿dónde mejor que Lisboa?
Y eso es lo que le pasa al protagonista de la película después de su experiencia vital, que muere.
el paseante
lunes, 22 de abril de 2013
Crítica teatral. Kafka enamorado. Luis Araújo. Teatro María Guerrero.
Este sábado
pasado estuve viendo Kafka enamorado en la Sala Princesa del Teatro María
Guerrero, tres actores en escena, Kafka, su enamorada Felice, y su amigo Max
Brod.
La carta tiene un estatuto
especial, entre la escritura y la
conversación.
conversación.
La
obra se basa en las Cartas a Felice
de Franz Kafka, acentuando ese aspecto conversacional que tiene la
correspondencia se obtiene un diálogo teatral, añadiendo además dos referencias
a El Proceso y a La metamorfosis.
El
actor que interpreta a Kafka, Jesús Noguero, hace, en mi opinión, una magnífica
interpretación, al igual que sus dos compañeros de reparto, es difícil que en
el teatro español defrauden los actores, España es un país de grandes
intérpretes, y en las nuevas generaciones están surgiendo numerosos ejemplos.
La
Sala Princesa del teatro María Guerrero ocupa el espacio del antiguo café que
había en el sótano, es, por tanto, muy reducida, lo cual hace que se produzca
una comunión entre los actores y los espectadores muy intensa.
Uno
se mete totalmente en la escena, parece vivir la obra junto con los actores,
ser una parte de ella.
¿Me
gustó la obra?
A
nivel personal he de decir que no me gustó, pero no por su factura, su
interpretación, su puesta en escena, he de reconocer que todo eso es eficaz,
todo está bien resuelto, tiene calidad, pero le falta a todo el conjunto
calidez.
Se
trata de hablar del amor, del amor de Kafka por Felice, de su entusiasmo
inicial, de su desilusión final, de la imposibilidad de amar de un escritor que
ama la soledad y está totalmente centrado en su escritura, su creatividad, y al
que todo y todos le sobran.
Queda
claramente expuesta la fobia social del escritor, y no solo social, también
familiar.
Tal
vez de ahí derive la falta de calidez de la obra, su frialdad, se llega a una
conclusión un tanto desoladora, la incompatibilidad entre vida y obra, curioso.
Creo
que el tema se lleva a un extremo un tanto radical, al final da pena ver al
pobre Kafka recluido en su aislamiento, como una condena. Pese a los esfuerzos
de Felice por sacarle de ahí.
El
dilema está claro, ¿es más importante la propia obra o el amor?
La
conclusión de Kafka está clara, él opta por su obra, sin la cual considera que
se moriría, pero la renuncia al amor le hace sufrir, sin duda.
El
paseante
p.d.- el próximo sábado voy a ver el ballet Romeo y Julieta
de Prokofiev en el Teatro Real, ya os contaré, me han dicho que es una
maravilla la versión que hace la Compañía Nacional de Danza.
La reflexión de la semana (2). ¿Qué es un escritor?
Existe una novela que explica qué es un escritor: El extranjero, de Camus. “Hay mucha gente que escribe, pero hay pocos escritores. Para mí, el escritor es aquel que escribe por necesidad, no por oficio o capricho. El escritor es aquel que seguirá escribiendo, como hizo Kafka, aunque no le publiquen. Por eso es un extranjero, no en su país ni en otros países, sino un extranjero en la realidad. Y ahí me he sentido yo siempre”. Extranjero y perplejo. “No acabo de entender lo que sucede, cada vez lo entiendo menos y tengo más dudas, cada vez siento más perplejidad ante lo que me rodea y por eso escribo. Más que un sentimiento de soledad es un sentimiento de extranjería o extrañeza el que me lleva a escribir”.
Julio Llamazares
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