María Antonieta con una rosa. Elisabeth Viggé Lebrun. |
Mi relación personal con María Antonieta.
En Madrid, a 26 de agosto de 2011.
María, mi pequeña María, para mí fuiste sin duda la reina del rococó, y reinaste para siempre en mi corazón, aún hoy sigo amándote, por encima del tiempo, de la distancia, por encima incluso de la vida, la vida que tú ya no tienes y que yo aún conservo.
Sin ti la vida no tiene mucho sentido pero hay que seguir viviendo aunque sólo sea para mantener vivo tu recuerdo, mi adorada María, reina imortal.
Y de recuerdos vivo desde que te marchaste, recuerdo nuestros paseos en los jardines de Versalles, solitarios paseos llenos de ensoñaciones, como diría nuestro contemporáneo Rousseau , precursor que fue de la revolución primero y denunciante de sus excesos después.
Del pequeño Trianón íbamos hasta el gran Trianón, luego a la granja donde jugábamos tú a hacerte la campesina y yo el pastor.
Tu elegancia y tu belleza no tenían parangón en la corte, supiste desbancar a Madame Pompadour en cuanto llegaste, casi una niña, para desposarte con el rey, y no podía ser de otra manera, por algo eras archiduquesa de Austria y reina de Francia, aún recuerdo como te negaste a hablarla, esa persistencia tuya fue la que hizo que cayera, ella dejó de reinar y tú subiste al trono, si bien el corazón del rey aún te llevaría más tiempo conquistarlo.
El mío lo conquistaste nada más verte, y sé que yo el tuyo también.
Había ido a París desde Suecia para completar mi educación, así se lo había pedido mi padre al nuestro embajador en Francia, yo era tan joven como tú y ante tu belleza, tu dulzura y tu desvalida soledad me rendí incondicionalmente desde el primer momento sin saber si sería algún día correspondido.
Desde ese primer encuentro tú no dejaste de invitarme personalmente a todos los actos que tenían lugar en palacio, pronto pasaste a recibirme en tu círculo más cercano, y al fin un día me llamaste a palacio y fui recibido sólo por ti.
Nunca sabrá nadie lo que hubo entre nosotros, hasta dónde llegó nuestro amor, las páginas de mis memorias en las que lo contaba las he destruido.
Tú fuiste mi desvalida niña, mi amor.
Mucho tiempo ha pasado ya, ahora estoy destinado en la embajada de Madrid, esto es muy diferente a aquello, créeme, son otros tiempos, imagina que ha habido recientemente un conato de revolución, el 15 M, nada que ver con aquella revolución que vivimos, ésta ha durado dos días y ha quedado en nada, y después de eso, como para contrarrestar, ha venido el Papa, nada que ver María, nada que ver.
Sólo quería dedicarte estas palabras y desearte lo mejor allá arriba, desde donde contemplarás nuestras miserias y te sonreirás como sólo tú sabes, con esa dulce sonrisa que hacía tu rostro aún más hemoso, si es que eso es posible...
Un beso,
Axel de Fersen
Conde de Fersen
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