miércoles, 30 de julio de 2014

En la cama con Bruttini (Un asesino en las calles 31).




31 – En la cama con Bruttini

No era la idea del romanticismo que tenía Carballo el estar en la cama con Bruttini, pero no había más remedio, el pobre chico no conseguía pegar ojo en el sofá así que Carballo le acogió en su cama.
El pene se lo habían tenido que escayolar al final, había riesgo de que se rompiera, por lo visto un pene seccionado es como si fuera de cristal, con un ligero golpe puede quebrarse y desprenderse, se cae al suelo y ya nunca más vuelve a servir, se pueden hacer injertos de pene pero sólo de cerdo, son los únicos compatibles con el hombre, los cerdos, pero el pene del cerdo es muy pequeño y antiestético, es un pene además retráctil, vamos que como para conquistar a cualquier mujer, salen corriendo, Bruttini no quería ni hablar del asunto, con la joya de la familia que él llevaba entre las piernas no quería ni imaginar algo así, un pene de cerdo, antes la muerte, también podían poner un tubo de goma, pero eso solamente a efectos de orinar, nada de poder realizar el acto sexual, era imposible porque la goma no tenía sensibilidad, además de escayolarle el miembro le pusieron un braguero enorme para sujetárselo, que no se moviera y así protegerlo, con lo cual Bruttini parecía que llevaba dodotis, por otro lado como no se podía mover demasiado ni salir a la calle se había puesto gordo como un cerdo, con perdón, todo el día se lo pasaba comiendo pizzas y gimiendo: mi Maritzia, mi Maritzia, mi Maritzia…
Era demasiado para Carballo. Empezaba a comprender por qué Maritzia le había intentado castrar, era pesadísimo, te ponía realmente de los nervios, si no se iba pronto de la casa el que iba a acabar castrándole pero de verdad era Carballo.

-          Comisario, qué bien está usted aquí viviendo en su pisito sin que nadie intente castrarle.
-          Vamos a ver Bruttini, tampoco eso es algo que pase habitualmente.
-          Pues a mí me ha pasado. BUUUUUAAAAA!
-          Tranquilo, ya se recuperará. No se traumatice.
-          Y lo del pene de cerdo…
-          Nada, olvídese de eso, usted recuperará su pene, seguro.
-          Prométamelo Comisario.
-          Se lo prometo.
-          Y me promete también que podré volver a hacer el amor?
-          Claro Bruttini, por supuesto que podrá volver a hacer el amor.
-          Hecho de menos a mi Maritzia sabe Comisario.
-          Ya me imagino, debería perdonarla, eso fue solo un arrebato, seguro que ella estará ya arrepentida y deseando verle.
-          Ni se imagina lo que echo de menos hacer el amor con ella, era fabuloso, no se lo podría imaginar ni en sueños. En la cama me ponía a 100.
-          Ya.
-          Y usted Comisario nunca echa un polvo?
-          Pues no Bruttini, la verdad es que padezco de impotencia prematura, y no lo digo por consolarle.
-          Seguro?
-          Seguro.
-          Pues eso hágaselo mirar, pero nunca se le empina?
-          Sólo a veces en sueños.
-          Y qué sueña?
-          El día que usted llegó estaba soñando precisamente que hacía el amor con…
-          Con quién Comisario? No se corte, a mí puede confesarme cualquier cosa.
-          Bueno, pues con una mujer.
-          Eso ya lo supongo Comisario, no va a soñar que hace el amor con un hombre, pero quién era la mujer, la conozco?
-          No, no la conoce…, se trata…, se trata de una compañera de trabajo.
-          Ya, qué morbo, no?
-          Pues sí.
-          Y cómo se llama?
-          Eso es secreto Bruttini, eso es secreto.
-          Le comprendo Comisario, usted es un caballero.
-          Bueno Bruttini, duérmase ya que mañana tiene que ir a revisión del pene y tiene que madrugar.
-          Vale Comisario y gracias por todo una vez más.
-          No hay de qué Bruttini, no hay de qué.

(continuará)


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