jueves, 11 de diciembre de 2014

Yo también tuve mi pequeño Nicolás.




Yo también tuve mi pequeño Nicolás, fue hace algún tiempo, ocupé un puesto de cierta relevancia y rápidamente se me pegó un pequeño Nicolás, lo primero que llama la atención de estas personas es su insistencia, son como una mosca, por mucho que trates de despegártelos es imposible, ante mi indiferencia a sus llamadas y a las terceras personas cercanas a mí que utilizaba como intermediarios un buen día se presentó de improviso en mi despacho, y ahí comenzó mi fin, ellos saben cómo atacar a cada uno, son unos psicólogos excelentes y enseguida detectó mi alma compasiva con lo cual jugó el papel de víctima incomprendida y desaprovechada, en esos puestos de mucha responsabilidad, presiones, tensiones y estrés uno necesita tener apoyo no solamente profesional sino personal, tener con quién sincerarse como válvula de escape y así acabó trabajando para mí, no sin antes, en el último momento antes de que le fichara, desaparecer y no dar señales de vida durante unas semanas supongo que para hacerme sentir que era más necesario de lo que yo imaginaba y hacerse desear más, son, como digo, personalidades muy hábiles psicológicamente, al final parece que el favor te lo hacen ellos a ti en lugar de tú a ellos y a nada que te descuides se ponen en tu lugar, te echan y ni te vuelven a mirar a la cara, son, en ese sentido, implacables.
Físicamente mi pequeño Nicolás se parecía al pequeño Nicolás auténtico, aniñado, inmaduro, atrevido, simpático, liante, manipulador, embaucador, pero sarna con gusto no pica como suele decirse, te hacen sentir en el paraíso, son un apoyo y un escape psicológico fabuloso a tus crisis, dan soluciones o se las inventan, hacen tráfico de influencias en el sentido positivo del término, y son brillantes profesionales que no han tenido la paciencia de abrirse camino profesional por impaciencia y exceso de ambición, pensemos si no en las habilidades del pequeño Nicolás puestas al servicio de empresas más altas lo que hubieran dado de sí, sería un crac, sus dotes no tienen límite porque son grandes histriones en el sentido positivo del término, grandes actores, y el mundo es, en definitiva, nada más que un teatro, por eso triunfan siquiera sea momentáneamente, hasta que se les descubre el juego y caen, dejando además un reguero de víctimas porque en su escalada no tienen miramiento alguno en pisotear a aquellos sobre los que quieren encumbrarse.
Aún me acuerdo de las tretas de mi pequeño Nicolás, me puenteaba en cuanto podía con mi jefe, tomaba decisiones por mí poniéndolas en mi boca ante los demás, reenviaba a otros los emails que le enviaba, usurpaba rangos, títulos, categorías, competencias, se arrogaba conocimientos, daba a entender que su poder era inmenso y su capacidad de influencia sobre mí y mis decisiones total.
Es difícil no caer en las garras de este tipo de personas, el mundo es en general tan inhóspito que cuando aparece alguien así aunque sea fingiendo uno cae, por eso comprendo a los que han caído, son personajes altamente seductores, ambiguos, inasibles, son como tú quieres que sean, se adaptan a tus necesidades, se convierten en tu sombra, tu alter ego, tu otro yo, y al final te suplantan.
El mejor ejemplo de pequeño Nicolás lo da el cine, como  siempre suele suceder, con una pequeña Nicolasa, la Eva Harrington de Eva al desnudo, ahí tienen los aprendices de pequeño Nicolás su mejor manual.
Por cierto, mi pequeño Nicolás me repudió en cuanto perdí el poder, ya no le era necesario, es más, me fue desacreditando allá donde pudo y generando odio en mi contra tratando de exculparse del reguero de víctimas que dejó a su paso.

El paseante


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