jueves, 18 de diciembre de 2014

Si ni yo mismo muchas veces sé qué quiero… (Un asesino en las calles 76).




76 – Si ni yo mismo muchas veces sé qué quiero…

El rollito Raphael a Carballo le había sacado de golpe de su depresión crónica, una terapia imprevista, impensable, involuntaria incluso, algo así como una dádiva caída del cielo, él seguía ensayando el Yo soy aquél bajo la atenta mirada del gatito Cachemir, era ideal tener público en los ensayos y Cachemir era su público, el mejor indicador de que su imitación de Raphael iba por buen camino era que Cachemir no se durmiera, nadie debía dormirse en una actuación del gran Raphael, ni siquiera un gato, estaba claro, los ensayos continuaron de manera frenética, Carballo no lograba sacarse la canción de la cabeza ni siquiera dormido, se había convertido en el mantra de su vida, se sentía tan identificado con esa canción…, era su vida hecha canción, mientras el tema de su transubstanciación en Raphael fue corriendo como la pólvora por Madrid, al final transcendió que había un imitador de Raphael más Raphael que el mismísimo Raphael, nadie sospechaba de Carballo pero la prensa rosa le cercaba, al conserje de su casa tuvo que confesarle que Raphael era en realidad él y le pidió que no dijera nada mientras le ponía una cuantiosa propia en la mano, pero el poder de los medios era ilimitado, compraba todo y Carballo se imaginaba con frecuencia que llegaría a ser descubierto, se le acabaría el anonimato y no podría seguir siendo un anónimo Comisario de policía por más tiempo, también se imaginaba que le pagaban fortunas por entrevistarle en los programas del corazón, que le ofrecían galas y hasta recitales, y hasta llegó a imaginar incluso que una cadena de televisión nacional le ofrecía presentar las doce campanadas de fin de año desde la Puerta del Sol, fantasías de Carballo, pero el caso es que la prensa le rondaba, el Divas Club quería además que en la gala de navidad interpretara el Tamborilero para lo cual debía empezar a ensayar también cuanto antes, si bien esta canción le preocupaba menos porque era más tranquila y menos pasional que el Yo soy aquél, nada del reto descomunal que esta canción emblemática de toda una época representaba para cualquier intérprete que se preciara, y los nervios iban apoderándose de Carballo, la presión mediática, la cercanía de su actuación en el Divas Club, y los sueños que a veces descubría se echaba Cachemir mientras él ensayaba, le tenían preocupado, desvelado por la noche, intranquilo, aquella canción le había salvado de la depresión pero se preguntaba si no acabaría matándole de los nervios que estaba pasando, le dio por pensar que acabaría muriendo de un infarto sobre el escenario del Divas, su hipocondría se había disparado, y de la felicidad pasó a la preocupación lo cual no convenía a los ensayos y podía repercutir negativamente en su interpretación de Raphael la noche de su estreno, para rematar la faena recientemente dos afamados y reputados artistas, Pastora Soler y Joaquín Sabina, habían tenido serios episodios de pánico escénico, se preguntaba Carballo si él sería víctima también del pánico escénico en la noche de su debut.

(continuará)

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