miércoles, 3 de diciembre de 2014

Navidad en el Divas Club (Un asesino en las calles 67).




67 – Navidad en el Divas Club

En el Divas ni rastro de Bruttini, el chico había desaparecido, Carballo aguantó tenazmente toda la velada por ver si al final aparecía Brutti sobre el escenario pero ni rastro, en sustitución de los números del subcomisario habían puesto una serie de parodias de políticos, en fin, lo de siempre, una serie de monólogos surrealistas con alguna que otra broma soez o comentario escatológico, todo vale con tal de hacer reír pensó Carballo, pero a él los chistes no le hicieron mucha gracia, eran un tanto forzados y faltos en general de ingenio, además él esperaba la actuación de la Brutta no aquello y se sintió profundamente desilusionado.
El Divas tenía ya colocada la decoración navideña, un tanto hortera, guirnaldas doradas, espumillón, algún Papá Noel por aquí y por allá, estrellas de navidad colgadas del techo y un belén un tanto obsceno en un rincón del escenario hecho con recortes de revista ampliados, en los cuales una virgen María exuberante cogida de la mano de un San José culturista observaban atentamente a un niño en su cuna que sacaba la lengua mientras unos reyes magos con aspecto de drag queen le ofrecían todo tipo de aparatos tecnológicos de última generación incluida una cafetera Nespresso, un disparate, a la entrada habían colocado un gran árbol de navidad adornado con pequeños zapatitos de corista de brillantes colores y minúsculos sujetadores de lentejuelas, terrible pensó Carballo, el lugar había perdido toda su magia con aquella estrafalaria decoración navideña pensó Carballo, profundamente defraudado además por la ausencia de Bruttini sobre la cual no se atrevió a preguntar por no ponerse en evidencia, el auditorio estaba igualmente alicaído, entre la melancolía prenavideña y la ausencia de la Brutta el lugar estaba francamente mortecino.
Carballo salió de allí tan pronto como pudo y pensó acercarse a la buhardilla de Bruttini para saber qué le pasaba pero era ya muy tarde y estaría seguramente durmiendo junto a su gatito, Cachemir, Carballo pensó en el lindo gatito de Bruttini y se sonrió para dentro, qué tierno pensó mientras visualizaba a Bruttini y al gatito dormidos abrazados bajo las vigas de madera de la buhardillita de la plaza de Chueca, con la estufa encendida mientras fuera nevaba copiosamente, entonces aceleró el paso para llegar a su casa porque la nieve arreciaba sobre la Gran Vía que se veía desierta a esas horas de la madrugada.

(continuará)


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