viernes, 12 de diciembre de 2014

El que sufre cada noche por tu amor… (Un asesino en las calles 73).




73 – El que sufre cada noche por tu amor…

Carballo decidió dar un paso adelante y ofrecerse al Divas Club para actuar dada la pertinaz ausencia de Bruttini, había decidido ocupar el hueco que había dejado el subcomisario sobre el escenario del Divas Club, y para hacerlo el Comisario Carballo pensó que lo mejor era comenzar con un número con el cual se sintiera profundamente identificado, con un artista que estuviera hecho de su misma fibra sensible, por alguien que a Carballo le emocionara por encima de todo, y a quién eligió?, pues al divo entre los divos, al más grande, a un clásico indiscutible, al gran Raphael, para ello había pensado ensayar el Yo soy aquel y El tamborilero, muy adecuado para las fiestas navideñas, en el Divas ni dudaron ficharle, les pareció buena idea queriendo como querían llenar el hueco que había dejado la Brutta, pero conseguiría Carballo con su arte que el público olvidara la maestría de la Brutta?, al menos lo intentaría, eso iba a hacer Carballo, intentarlo, lo primero que hizo fue ir a la tienda de postizos y pelucas en la que había comprado la peluca de crossdresser a lo Kim Novak, la pequeña tienda de la calle Magdalena, encargó una peluca estilo Raphael, teñida de color caoba, y luego se dirigió al Corte Inglés donde se compró un traje negro, una camisa negra y una corbata negra, zapatos y calcetines negros ya tenía y cinturón también, todo negro en línea con la imagen más clásica de Raphael, iba a arrasar pensó, el Divas no se merecía menos, quería cuidar cada detalle para lo cual ensayó la canción delante de un espejo y trató de afinar y modular la voz hasta que se pareciera al tono grandilocuente y ceremonioso del gran Raphael, según iba perfeccionando la actuación se quedaba perplejo contemplándose en el espejo y se le ponía la carne de gallina de la emoción, el auditorio del Divas no podría imaginar algo parecido, tan estrambótico y a la par sublime para ese lugar donde la provocación máxima debía ir de la mano de la normalidad máxima dados los excesos que se veían sobre el escenario continuamente.
Él sería Raphael, el epítome de Raphael, la esencia de Raphael, un Raphael revisado desde el cariño y la exageración, desde el amaneramiento, cierto histrionismo y la caricatura, pero a la vez un Raphael tan cargado de sentimiento y emoción que el Divas no podría aguantar más y estallaría en una profusión de vítores y aplausos que a Carballo le parecía estar oyendo ya.

(continuará)


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