martes, 20 de mayo de 2014

El cuadro de la semana. La escuela de Platón. Jean Delville. 1898.



Cuando la persona amada ha
acogido al que ama y ha gozado de la dulzura de su conversación
y de su sociedad, se ve como arrastrado por
esta pasión, y comprende que la afección de todos sus
amigos y de todos sus parientes no es nada, cotejada con
la que le inspira su amante. Cuando han mantenido esta
relación por algún tiempo y se han visto y han estado
en contacto en los gimnasios ó en otros puntos, la corriente
de estas emanaciones que Júpiter, enamorado de
Ganimedes, llamó deseo, se dirige en oleadas hacia el
amante, entra en su interior en parte, y cuando ha penetrado
así, lo demás se manifiesta al exterior; y, como el aire
ó un sonido reflejado por un cuerpo liso ó sólido, las emanaciones
de la belleza vuelven al alma del bello joven
por el canal de los ojos, y abriendo a las alas todas sus
salidas las nutren y las desprenden y llenan de amor el
alma de la persona amada. Ama, pues, pero no sabe qué;
no comprende lo que experimenta, ni tampoco podría decirlo;
se parece al hombre que por haber contemplado por
mucho tiempo en otros ojos enfermos, sintiese que su
vista se oscurecía; no conoce la causa de su turbación, y
no se apercibe de que se ve en su amante como en un espejo.
Cuando está en su presencia, siente en sí mismo que
se aplacan sus dolores; cuando ausente, le echa de menos
cuanto puede echarse; y siente una afección que es
como la imagen del amor, y á la cual no da el nombre
de amor, sino que la llama amistad. Sin embargo,
desea como su amante, aunque con menos ardor,
verle, tocarle, abrazarle y participar de su lecho, y sin
duda no tardará en satisfacer este deseo.

Fragmento de Fedro

Platón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 2, Madrid 1871
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