domingo, 18 de mayo de 2014

Decíamos ayer. Septiembre 2012 (1). Plenilunio sobre Madrid y otras historias.

lunes, 3 de septiembre de 2012


Mi torso (actualización 02-09-2012) + Comentario.

Ya, ya sé que ya tocaba, me habéis estado escribiendo diciéndome que ya llevaba mucho tiempo sin actualizar mi torso, bueno, pues aquí lo tenéis de nuevo, recientito, fresquito, como recién salido del horno, como un bollito de pan tierno, apetecible, delicioso, tentador, fotografiado ayer por la noche a última hora después de un día de bronceado en la piscina y de haberme hecho 30 largos en la piscina.
Mi torso eterno, sobrenatural, espléndido, como salido del cincel de Miguel Ángel, cual David redivivo.

Os quiere,

vuestro deseado paseante

Cartel de La Gran Vía.



El robo de la cartera del maestro Chueca.

Busto de Federico Chueca en el parque de El Retiro de Madrid.
Es conocida en la historia de la lírica española la anécdota relativa al robo de la cartera del maestro Chueca dentro del tranvía en el que regresaba a su casa tras uno de los ensayos de La Gran Vía. Tras perder su cartera, Chueca dio el aviso a sus amigos los periodistas para que publicaran en los periódicos la noticia del hurto. Llegó el día del apoteósico primer estreno de La Gran Vía y la cartera seguía sin aparecer. Uno de los números de mayor éxito de la obra lo cosecha la Jota de los ratas. Fue bisado hasta cinco veces por los intérpretes del estreno, tres de los grandes cómicos de la época: Emilio Mesejo, José Mesejo y Julio Ruiz (inmortalizado por el propio Chueca en otra revista de actualidad: El año pasado por agua, 1889, donde se interpreta a sí mismo como personaje).
Dos semanas más tarde del estreno, el maestro recibe un abultado paquete en su domicilio, y para su sorpresa, encuentra dentro de él su extraviada cartera acompañada de unos cuantos duros y una carta. En ésta se felicita a Chueca y se le pide disculpas por el robo de su cartera, comunicándole que "el gremio" sólo se había quedado de recuerdo con una pequeña fotografía del maestro. A continuación reproducimos íntegramente el contenido de la carta:
Al saber por los periódicos que la cartera sustraída hace unos días en el Tranvía del Este a las 6 y media de la noche pertenecía al señor Chueca, el gremio acordó en junta general devolverle dicha cartera con los tres billetes de banco que contenía y cinco duros más de gratificación por parte nuestra como prueba de respeto y admiración al guripa de más pupila y más salero de España.
Como verá usted, no nos quedamos con nada de lo que contenía la cartera, más que con un retrato como recuerdo para esta Academia.
Dios guarde a usted muchos años y le conserve la salud para que se ocupe pronto de nosotros en el escenario.
Sorprendentemente, la carta estaba firmada por:
El rata primero
El rata segundo
El rata tercero
con el visto bueno de la Chata, la Pelos y la de Lavapiés, tres mujeres que posteriormente serán utilizadas como personajes de otro sainete lírico del maestro: De Madrid a París, la última colaboración entre Chueca y Valverde (1889). Concretamente serán tres cigarreras que entonan un chulesco Chotis que comienza así:
La Pelos:         A mí me llaman la Pelos.
La Chata:         A mí me llaman la Chata.
La de Lavapiés:     Y a mí la de Lavapiés.
Las tres:         Me paece que semos
pa un banco tres pies.
Los tres ratas firmantes de la carta habíanse identificado plenamente con los tres ratas que desfilaron por el escenario del Teatro Felipe aquel 2 de julio de 1886, agradeciéndole al maestro chispero de Madrid el homenaje que había dirigido a su “gremio” con la inconfundible gracia y el salero que le caracterizaba.


La Gran Vía de Federico Chueca.



En la década de 1880 se estableció en la población madrileña una controversia entre los defensores y los detractores de la creación de una gran avenida que sirviese para descongestionar y modernizar el centro de Madrid, librándolo de las innumerables callejuelas de las que estaba plagado.
El proyecto de crear una Gran Vía madrileña (iniciado por el arquitecto Carlos Velasco en su “de prolongación de la calle Preciados, describiendo una gran avenida transversal este-oeste entre la calle de Alcalá y la plaza de San Marcial”) hizo pensar al empresario y político Felipe Ducazcal, dueño del veraniego Teatro Felipe, la composición de una revista musical de actualidad para ser representada en su propio teatro, del que era propietario y que estaba ubicado en el Paseo del Prado, junto a las verjas del Retiro, en una de las esquinas del actual Palacio de las Comunicaciones. Este Teatro construido en madera ofrecía espectáculos ligeros y entretenidos a un público ávido de diversión y de carcajada.

Entre esa polémica generalizada acerca de si Madrid necesitaba o no una gran avenida, surgiría la idea del libreto, que fue realizado por el periodista y escritor Felipe Pérez y González, encargándose de la composición musical los compositores Federico Chueca y Joaquín Valverde. El maestro Chueca, debido a su escaso entendimiento en técnica musical, se ocupaba de la invención melódica de las obras, mientras que su colaborador Valverde acometía la armonización e instrumentación de las mismas. 
El concepto de revista lírica requiere una pequeña aclaración. Podemos definirla como un género escénico dentro de la zarzuela que versaba sobre los hechos de actualidad política, social y cultural que acontecían en un determinado año y que podían ser de interés representar en una obra de género chico (de un acto), siempre desde una óptica crítica y satírica. Nada tenía que ver esta revista lírica con el género musical frívolo que surgiría sobre la década de 1910 aproximadamente.
La Gran Vía, revista cómico-lírico-fantástico-callejera en un acto y cinco cuadros, como así fue denominada, vio la luz con un éxito apoteósico el 2 de julio de 1886 en el Felipe madrileño. Pronto, La Gran Vía fue traducida al italiano, al francés, al alemán o ¡al quechua! y representada en París, Roma, Nápoles, Francia, Inglaterra, Austria, Holanda, Dinamarca, Suecia, Noruega, Turquía, Rusia, USA, Japón y toda Hispanoamérica.
La obra entusiasmó a grandes personalidades del momento como el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, quien llegó a alabar la obra por encima del drama musical wagneriano, del que ya había renegado tras el estreno de Parsifal en 1882, y supo apreciar la picardía, ironía y malicia de números como la Jota de los ratas. Como ejemplo baste citar un pasaje de una de sus cartas escritas desde Turín en 1888, tras haber asistido a una representación de la zarzuela de Chueca y Valverde, donde menciona dicho número:
“Un trío de tres solemnes, viejos e inmensos villanos es lo más fuerte que he visto y oído… incluso en música: el genio no se puede formular (…) Sólo un completo pícaro podría concebir hasta el mero argumento; el modo en que los villanos aparecen en escena como un relámpago parece un juego de manos. Cuatro o cinco números musicales que merecen ser escuchados…”.
Tras el apoteósico estreno de La Gran Vía, la nueva avenida se haría mucho de rogar, y habría que esperar nada menos que 24 años, concretamente en 1910, para la materialización de ese arriesgado proyecto urbanístico. Fue en dicho año cuando el Rey Don Alfonso XIII, con una piqueta de plata en la mano, comenzó a demoler el primer edificio en la calle de Alcalá para así dar inicio simbólicamente a la construcción de la memorable arteria madrileña.

Caballero de Gracia de llaman...


Caballero de Gracia me llaman,
y efectivamente soy así,
pues sabido es que a mí me conoce
por mis amoríos todo Madrid.

Es verdad que estoy un poco antiguo,
pero que en poniéndome mi frac,
soy un tipo gentil
de carácter jovial
a quién mima la sociedad.
y presume de cantar lo mismo la ópera Norma que el Ave María:
Yo sé cantar la Norma,
yo canto hasta el Blas,
canto el María
que ya no cabe más.


Vals del Caballero de Gracia
de la zarzuela La Gran Vía 
de Federico Chueca 


El viernes comí con mi sombra.

Me fui a comer el viernes con mi sombra, no me despego de ella, ya sabéis que mi sombra es femenina, podéis vislumbrarlo en la foto, que aunque esté oscura en ella puede apreciarse su contorno femenino, además está oscura porque es mi sombra, una sombra siempre está oscura.
Estuvimos mi sombra y yo en un restaurante que se llama Kintaro, en la calle Fernández de la Hoz nº 70.
Comida oriental, buenísima, muy variada y a un precio muy económico.
Además es muy original, los platos van pasando en una cinta transportadora y vas cogiendo lo que quieres, es buffet libre, nos pusimos morados mi sombra y yo, además es muy divertido, es como comer en el aeropuerto, recuerda la cinta en la que salen las maletas.
Mi sombra es muy carnívora, ella de algas y empanadillitas o rollitos chinos no quiere saber nada, de pescadito tampoco, ternera en sus diferentes preparaciones y presentaciones, se puso morada la sombra.
A partir de ahora veréis que está más gorda mi sombra que yo, menudo lío, sombra femenina y gorda, cosas de la vida...

el paseante gourmet

Plenilunio sobre Madrid.


Apenas se ve la luna, medio escondida en el lateral derecho de la foto, amanece sobre Madrid y la luna queda atrapada en el cielo ya iluminado por la luz del sol, los edificios iluminados por el oro del primer sol de la mañana que ilumina horizontalmente la ciudad, la torre de Madrid, el edificio España, la torre de Valencia, la Telefónica, el Pírulí, todos como cincelados en oro en ese primer momento del amanecer sobre Madrid, y la luna queda sorprendida aún muy alta en el cielo por la luz de la mañana, poco a poco la luz del sol crece en intensidad y la va borrando del cielo, pensemos que ella no es más que su reflejo, llega el dios sol y la luna se va, desaparece del firmamento humildemente, prudentemente, sigilosamente, como de puntillas, sin enfrentarse al sol, sin discutir su orden, ella se va, delicadamente, suavemente, silenciosamente, sin rechistar, como una buena esposa, una buena aliada, una fiel colaboradora que ha cumplido su misión.

el paseante

Atardecer (02-09-2012) + Reflexión.

Me recuerda los cielos de Venecia al atardecer sobre la laguna...
Parece un cielo pintado por Guardi.
Como salido de una veduta veneciana.
Las vedutas eran los recuerdos que se llevaban los aristócratas ingleses cuando hacían el denominado tour por Italia para colgarlas después en sus palacios, eran como las postales que compramos hoy cuando hacemos el turista pero a lo grande y en lugar de fotos pinturas al óleo.
De ahí que una gran parte de la pintura veneciana del S. XVIII esté hoy en Inglaterra.
Reflexiones de un atardecer bellísimo, delicado en su luz y sus colores de tonalidades pastel.
Cada atardecer es diferente...
Canaletto, Guardi, Carlevarijs...

el paseante

Amanecer (01-09-2012) + Reflexión.


Lo primero que ilumina el sol al amanecer son las torres de plata que brillan como estiletes erguidos hacia el cielo, puntiagudos, flamantes, desafiando al nuevo día con su fulgor de espada, con su brillo deslumbrante de puntiaguda luz.
El sol ilumina Madrid a esa hora con una horizontalidad absoluta, luego se va elevando y el efecto de la luz sobre la ciudad es completamente diferente, a esa primera hora del amanecer el sol parece levantar delicadamente el velo de oscuridad con el que la ciudad se tapa el rostro cada anochecer y asomarse a su bello rostro descubriendo un día más toda su hermosura, toda su rutilante belleza, su armonía, colorido, imponente extensión de perspectivas ilimitadas que parecen no querer acabar nunca en esa hora difusa del amanecer y de la primera luz del sol.
Deliciosa contemplación de la ciudad desperezándose de su sueño nocturno, abriendo a la luz sus pétalos de vida un día más, como si de una bella flor, gigante flor, se tratara, Madrid se despereza, parece estirarse, bostezar, mirarnos con los ojos bien abiertos y reconocernos como ciudadanos suyos cada mañana, su luz, su despertar, son nuestra carta de naturaleza como ciudadanos, vasallos de esta ciudad de las cuatro torres de plata, vigías perpetuas de su despertar.

el paseante

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