miércoles, 11 de diciembre de 2013

Mi superyo (2).



Luego hay otro yo diferente, mi yo romántico, evocador, poético, nostálgico, melancólico, místico, mi yo transcendente, un yo que vive aparte de la realidad, que se alimenta de ideas, sueños, pensamientos, sentimientos, emociones, nostalgias, un yo que se realiza en la contemplación de la belleza, en el conocimiento, en la reflexión, la tranquilidad, el amor, ese yo más yo que yo mismo en ocasiones, un yo antiprosaico, con poco o nulo sentido de lo práctico, idealista, marginal, solitario, incomprendido, un yo sufriente, resignado, amoroso no obstante, entregado casi siempre, un yo que quiere creer en todo sabiendo que es inútil creer en nada, un yo que mira al más allá, a la muerte, que espera la muerte como una redención y del sufrimiento saca al fin su mayor aprendizaje, su mayor crecimiento, un yo que se sabe eterno aún viviendo en la contingencia de su día a día, un yo filosófico, religioso, hombre de fe, un yo recogido, hogareño, amante de lo íntimo, la ternura, la comprensión, el cariño, la solidaridad, un yo que sufre por las desigualdades, los problemas sociales, las injusticias, un yo que se siente sobre todo cercano a Dios, que reza, que comprende todo aunque todo parezca incomprensible, un yo respetuoso con la naturaleza, amante de los animales, compañero fiel y entregado de la verdad, un yo que se sabe igual a todos, aunque todos se crean diferentes a él, un yo con frecuencia discriminado, mirado raramente, un yo inverosímil en los tiempos que corren, un yo eterno, espiritual, esperanzado siempre, insensible nunca.

el paseante

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