lunes, 9 de diciembre de 2013

La película de la semana. Alien, el octavo pasajero. Ridley Scott. 1979.



Iba a ser una película más, pero le pasó lo que a otra película del mismo director, Blade Runner, se convirtió en un mito, de repente la crítica comenzó a ver cosas detrás, como segundas intenciones, mensajes cifrados, y se convirtieron en dos parábolas de la vida, del futuro, del mal.

Alien era trepidante, sorprendente, producía pánico, terror, repugnancia, muchos sentimientos todos intensos, parecía como que no ibas a aguantar sentado en la butaca del cine, te ibas luego a casa, recordabas escenas, pensabas algo en la película, la catalogabas, buena, muy buena, mala, muy mala, o "no está mal", y te quedabas tranquilo, el problema estaba en la exégesis que los expertos hacían después, con el tiempo había películas que se convertían en objetos de culto, como fetiches, símbolos, paradigmas de algo, entonces resultaba que la película dejaba de poder verse con ojos de ver películas y había que verlas con ojos de averiguar dobles intenciones, y entonces las películas, algunas películas, comenzaron a perder sus lecturas inmediatas y pasaron a ser como tácitos ensayos filosóficos, y entonces, sólo entonces, ciertas películas comenzaron a tener vida propia como si fueran un Alien que se hubiera escapado de las manos de su director.

No me siento capaz de hablar sobre Alien, ese bicho se me escapa siempre de las manos cada vez que pretendo atraparlo, es muy escurridizo.

el paseante

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