martes, 17 de septiembre de 2013

El cuadro de la semana. La noche estrellada. Vincent van Gogh. 1889.

NOCHE ESTRELLADA




Si te digo que me da miedo dormir,cerrar mis ojos,que se interrumpan los tuyos, vivir este tiempo inerte, reflejo de vientos, sello de estrellas amaestradas ¿me creerás si en sueños te muestro el cielo como en realidad es?, Céfiros enzarzados en abrir una grieta en las alturas, arañas de once patas, fanales que ven el bien y el mal más halla de la conciencia de los tiempos, rasguñadas por soflamas arbóreas y terrenales. Si te muestro el cielo de un hombre al que tienen por loco ¿Me creerás? Sólo permanece a mi lado hilando con finos besos la línea que desborda esta lejanía entre el cielo y la tierra. Al final vendrá la avenencia, la mirada en tus ojos azules. Cuando por fin pueda cerrar los párpados.
“Quería buscar lo sensato también en lo enigmático”, es de lo poco que dejó Van Gogh escrito sobre este cuadro. Y es que estamos ante uno de los lienzos más misteriosos de este pintor. Las pinceladas marcadas, como en este caso, siempre han sugerido que creaba sus obras en un arrebato de inspiración. Pero todos los analistas que se han enfrentado a “La noche estrellada”, obra que lleva hasta los límites su planteamiento de plasmar una realidad que fuese un puro símbolo, se niegan a creer que responda a mero arrebato, y si a una planificación y significado, que todavía lleva de cabeza a los expertos.
De entrada esta construido a partir de un contraste brutal, un cruce nítido entre líneas ondulantes horizontales (el cielo y el horizonte) y otras verticales: los árboles. Los cipreses pintados como lenguas de fuego fue una constante en el pintor desde su reclusión en Saint-Rémy y siempre sorprendió a todos aquellos que se acercaban a la pintura de Van Gogh, el cual nunca entendió el desconcierto “Me sorprende que nadie los haya representado como yo los veo. En cuanto a las líneas y proporciones son tan bellos como un obelisco egipcio”.
Y que me decís de esa noche azul. Quizás uno de los logros de Van Gogh en este cuadro fue pintar una oscuridad en la que el protagonista no era el color negro. De hecho, puede que ni siquiera intentara reflejar la noche: La extraña luna naranja parece dejar paso a un sol, que solo intuimos a través de una gruesa línea amarilla en el horizonte. Ese estado intermedio da lugar a un cielo de líneas estilizada, en movimiento que se mueven unas contra otras. La interpretación mayoritaria de este cuadro es la idea de que en el cielo se libra por la noche una batalla, mientras la humanidad, reposa tranquilamente en sus casas, hay interpretaciones más arriesgadas que van más halla y sostienen que las dos figuras espirales del cielo son el símbolo del yin y el yang, que indican que el pintor no era ajeno al orientalismo que tan en boga se puso a finales del siglo XIX.
Pero lo que más intriga a los expertos son esas once estrellas que hay en el cuadro. ¿Por qué once, qué simbolizan, cuál es su significado? Algunos astrónomos han intentado identificar qué estrellas plasmó Van Gogh en este cuadro. Otros han buscado referentes bíblicos: “He tenido otro sueño: el sol y la luna y once estrellas se postran ante mi” (Génesis 37:9).
Ajeno a todo, una vista de Arles, que es de las raras ocasiones que Van Gogh pintó usando sólo su memoria, reposa tranquilo, esperando el amanecer.
Este cuadro se puede ver en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

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